2022 El año de las ecuaciones imposibles

Paula Gil Leyva

Presidenta de Médicos Sin Fronteras España

Dónde estar y hasta cuándo quedarnos. Ese fue nuestro reto diario en 2022, un año marcado por un contexto global lleno de incertidumbres y necesidades humanitarias en aumento. Para atender a las poblaciones en mayor situación de vulnerabilidad, tuvimos que resolver ecuaciones imposibles. Comparto contigo esta Memoria con el convencimiento de haber hecho lo correcto gracias al apoyo de personas como tú, pero también con el anhelo de haber podido llegar a más lugares o de habernos quedado en otros donde simplemente nos ha sido imposible continuar por mucho que lo intentamos.

Aunque el objetivo de estas líneas es presentarte nuestras actividades en 2022, no puedo empezar sin hablar de la última gran emergencia: Sudán. El pasado mes de abril este país quedó sumido en un caos total. Para atender al constante y vigente flujo de personas heridas, nuestras compañeras y compañeros, y el personal sanitario del Ministerio de Sanidad sudanés, continúan trabajando en condiciones extremadamente difíciles. Una vez más, estamos siendo testigos de ataques a hospitales, centros de salud, ambulancias y almacenes. Gracias por estar a nuestro lado en una crisis de tal magnitud.

De Sudán a Ucrania

Ahora sí, te hablo de 2022, un año marcado por la escalada del conflicto en Ucrania. Esta guerra, como todas, está provocando un dolor inmenso en la población. Uno de nuestros principales objetivos fue, y sigue siendo, acceder a las personas que no pudieron huir del país. Al mismo tiempo, el foco de los medios de comunicación iluminó Ucrania y dejó a oscuras al resto de emergencias en las que, como te decía antes, por nuestra parte resolvimos ecuaciones imposibles para poder atenderlas. Esta guerra ha reconfigurado la ayuda internacional y, en consecuencia, ha impactado con especial dureza a las poblaciones en mayor situación de vulnerabilidad.

Más allá de esta guerra

A este panorama hay que sumar las consecuencias socioeconómicas de la pandemia de COVID-19, la crisis energética y alimentaria mundial; y el aumento desorbitado de la inflación. También los efectos del cambio climático: sequías, inundaciones, crisis nutricionales y enfermedades. Todo ello desencadena desplazamientos de población y pobreza. Un cúmulo de circunstancias que complica aún más la vida de estas poblaciones. Las mujeres y las niñas, una vez más, se vieron terriblemente afectadas por todo lo anterior y vimos con indignación un retroceso en materia de sus derechos en lugares como Afganistán.

Mientras se fraguaban estas realidades tan desalentadoras, miles de personas de países como Siria, Nigeria, Burkina Faso o Afganistán sufrieron torturas y fueron encarceladas o asesinadas en el intento de llegar a un lugar más seguro. Todo esto ante la necedad de las autoridades de los países del norte, que se niegan a facilitar pasos seguros al externalizar fronteras, poner barreras a golpe de decretos o mirar para otro lado mientras, como sucedió en 2022, estas personas llegaron a morir apiñadas contra las vallas que separan su mundo del nuestro.

Querer y no poder

En algunos momentos, y muy a nuestro pesar, nos tuvimos que rendir ante ciertas ecuaciones. Los Estados de algunos de los países en los que trabajamos ejercieron una presión enorme contra la acción humanitaria. La proliferación de grupos yihadistas y grupos armados, y la aplicación sistemática de leyes antiterroristas nos complicaron terriblemente el acceso a las poblaciones. También vimos cómo la narrativa antihumanitaria y antioccidental enturbiaba nuestra reputación y el recrudecimiento de los conflictos redujo aún más el mermado espacio humanitario que teníamos para trabajar. Por ello, tuvimos que tomar decisiones muy dolorosas, como el cierre de los proyectos en Etiopía o la suspensión de actividades en Camerún.

En Etiopía, además, a lo largo del año seguimos explorando todas las vías posibles para esclarecer la muerte de la compañera María Hernández y los compañeros Yohannes Halefom y Tedros Gebremariam, asesinados en Tigray en junio de 2021. Continuamos perseverando para que se asuma la responsabilidad de este crimen.

Y resolvimos contigo

El número de personas que necesitaron asistencia humanitaria en 2022 siguió creciendo y superó los 306 millones. Sin embargo, solo se consiguió financiar poco más de la mitad de lo que se requería para cubrir sus necesidades*. Muchas organizaciones que dependen de fondos institucionales no pudieron mantener su nivel de actividad. En Médicos Sin Fronteras no dependemos de presupuestos que no llegan. Si hemos podido seguir trabajando y resolviendo situaciones imposibles, ha sido gracias al compromiso de personas como tú.

Contigo, en 2022 nos centramos en responder a las crisis más agudas, como epidemias, desastres naturales y, de manera masiva, a la desnutrición. Mantuvimos nuestra presencia en países como Yemen, República Democrática del Congo, Sudán, Sudán del Sur, República Centroafricana, Somalia, Colombia o los Territorios Palestinos Ocupados. También atendimos las necesidades médico-humanitarias de miles de migrantes en Panamá y México durante su ruta hacia el norte de América. Fuimos fundamentales en el Sahel, Siria, Mozambique, Nigeria, Myanmar y, por supuesto, en Ucrania. En este informe verás los increíbles resultados que logramos.

A pesar de esto, no podemos alegrarnos del todo porque sabemos que la brecha entre lo que hemos conseguido y las necesidades es demasiado grande. Somos gente testaruda y comprometida, y por eso queremos llegar a más pacientes y hacerlo mejor. Se lo debemos a las personas que siguen sin recibir la ayuda médico-humanitaria que necesitan para sobrevivir y también a los miles de socios y socias que nos apoyáis cada día. Gracias por estar y resolver.

*Fuente: Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH)

Médicos sin fronteras España