Mi venganza
Reconozco que cuando mi madre me llamó desde el comedor, ya sabía por dónde venían los tiros. Esa voz, ese tono que me decía sin decir: ¡ven inmediatamente que te vas a enterar! Era el preludio de la zapatilla voladora y el inevitable: ¡a la cama sin cenar! Al entrar en el salón, mis sospechas…