El carbón
La señora López se asomó a la puerta de la cocina y dando un grito llamó a su hijo.
—¡Marcial! baja a desayunar que se enfría la leche.
La señora López tenía una voz potente, cómo para levantar a un muerto.
Un crujido en las escaleras le indicó que su hijo bajaba.
—Buenos días madre —dijo, sentándose en la silla marrón de la cocina.
Mirando las sillas, te dabas cuenta que cada una era de diferente forma y tamaño.
Marcial engulló el vaso de leche y el trozo de pan duro.
Luego cogió los libros para ir al colegio, pero su madre le recordó que era jueves y tenía que ir a por el carbón a Varea.
—Jopé madre —protestó— está hoy padre, que vaya él.
—Tu padre no puede, está enfermo.
—¡Ya enfermo! ¡La curda que trajo anoche de Casa Agapito! Yo debería de estar en el colegio, tengo 10 años. Debería ir él. Además, no hace nada en todo el día.
—Vale, no se hable más —dijo la madre— tú haces lo que yo te diga.
Marcial, dejó los libros y saliendo a la parte de atrás de la casa, cogió unos sacos y un pequeño carrito. Se marchó dando un portazo.
Al poco rato apareció por la cocina Marcial padre. Tenía mal aspecto. Sin afeitar y los pocos pelos que le quedaban, revueltos. La camiseta de tirantes, de un blanco dudoso, dejaba al descubierto unos brazos peludos. Los ojos rojos y la nariz llena de venitas, le daban más aspecto de payaso que otra cosa. Una colilla apagada le colgaba de la comisura de los labios. Se frotó con la mano su dura barba y pensó que debía afeitarse.
Hizo un gesto a su mujer con la cabeza, era su forma de dar los buenos días y pedir el desayuno.
—¡Que, buena trajimos anoche eh! —dijo la señora López— ¿de dónde sacaste el dinero?, llevas meses sin trabajar. Debería darte vergüenza, tu hijo ha tenido que ir a por el carbón. Hace un mes que no vas tú, cosa que no entiendo. Sé que vendías parte y no traías todo. Ahora que pasa, ¿te está manteniendo la Paca o qué? Sé que te la estás tirando. ¿Te has vuelto un chulo putas? Bueno, de ti, todo puede esperarse. Nunca has servido para nada. Solo sabes beber y joder y esto último, mal. No entiendo que ve en ti la Paca.
Marcial no tenía ganas de aguantar gritos, le dolía la cabeza, ayer tuvo un día horrible. Ganó a las cartas, pero se lo gastó todo en coñac y en un pañuelo que compró a la Paca. El caso es que, tuvo una discusión con ella y al final terminó donde Agapito y bueno…
Pero la señora López parecía que no había acabado y seguía erre que erre.
Marcial, olvidándose del dolor de cabeza y bufando como un toro, se volvió hacia su mujer.
—No puedes reprocharme nada, tú te tiras a Fernando, el maquinista de Renfe, o te piensas que no lo sé. Piensas que soy tonto y no sé del porqué del carbón de Varea.
—Si tú fueras un hombre como es debido y trabajaras, no tendría yo que buscar las cosas por ahí. Si no fuera por ese carbón, no podríamos cocinar ni calentarnos. El racionamiento no llega para nada. Lo que gano fregando escaleras apenas ayuda. Que quieres ¿que nos muramos de hambre porque tú no sabes cumplir? solo piensas en ti. Como no cambies te voy a despachar de casa. Para mantener a un vago no estoy. Estás avisado.
Marcial se dio media vuelta, parecía como si no fuera con él la cosa.
Pensó, mientras iba a afeitarse, en salir a buscar al hijo cuando volviera. A ver si podía cogerle un saco de carbón y vendérselo al Agapito, así sacaría unas perras y un par de tragos gratis.
En la curva de la vía del tren, en Varea, Marcial hijo esperaba al “correo de las once”. Iba de Castejón a Miranda y todos los jueves le tocaba a Fernando ese trayecto.
Fernando era viudo. Cuando Renfe los traslado a Logroño en 1948, su mujer enfermó. Durante un año y medio hasta que falleció, la señora López que vivía al final de su misma calle en Las Casas Baratas, la había cuidado. Él, era conductor de trenes y andaba mucho fuera de casa.
Para compensarla, aunque ella nada había pedido, quedó en que le daría carbón de su locomotora. Sabía que no estaba bien. Aunque poca cosa, eran tiempos difíciles y eso para ella era mucho.
Desde entonces todos los jueves, cuando llegaba a la curva de Varea, Fernando tiraba a la vía el carbón que tenía preparado. Marcial padre o hijo lo recogían y así iban tirando.
Fernando y la señora López no habían planeado nada de lo suyo. El contacto frecuente y las largas charlas mantenidas… Bueno, ya se sabe del roce surge el cariño. Se hicieron amantes.
Esta entada se vuelve a subir por cambio en el programa web. Su primera edición fue: 25 de febrero de 2022