Desarraigo, Cameros Viejo finales del XIX
—Oiga padre, ¿Qué es eso que dice la Primi de que nos vamos a la ciudad? —preguntó Marcial a su padre.
—Mira Marcial, la fábrica de paños ha cerrado, la de chocolate también. Las han llevado a Logroño. Mejores instalaciones, mejores accesos y otras cosas que yo no sé explicarte. El caso es que lo hemos hablado tu madre y yo y no podemos quedarnos. Parte de nuestro jornal venía de ahí. El campo no da para vivir y los animales ayudan, pero sin el dinero de la fábrica no podemos estar.
—Ya padre ¿Y a donde vamos a ir?¿Que va a ser de Perro, de Lucas, de la Juani y de los demás animales? ¿Nos los podremos llevar a la ciudad? Yo de Perro no pienso separarme.
—No se decirte, en los últimos cinco años se ha ido casi todo el pueblo. Quedamos cuatro que hemos aguantado. Ya no hay médico ni practicante y en breve ni boticario. Han cerrado dos tiendas, solo queda el Mateo. Los del hostal se van, la escuela parece ser que también va a cerrar, no debe haber dinero para la maestra. Dicen que el siglo XX va a ser esplendoroso, pero nuestro pueblo parecer ser que no encaja.
Marcial no se queda muy convencido con las explicaciones de su padre y se marcha con la cabeza baja.
María que estaba en la puerta de la cocina, atenta a lo que su marido y su hijo hablaban, movió la cabeza con pesar.
—Pedro —le dijo al marido— sé que tenemos que irnos porque aquí no hay futuro. Según dice la mujer del boticario, que es entendida, los que mandan no piensan en la gente como nosotros. Gastamos y no producimos, eso dice ella que sucede. De todas formas, sé que para Marcial puede ser bueno. Podrá estudiar algo y no ser como tú y yo. A Primi ya le ha buscado trabajo su tía y nos ha localizado un pequeño piso, no estaremos tan mal. Aquí no hay futuro, en la ciudad creo que sí. No tendremos que estar todo el día pendientes del tiempo y de los animales para mal vivir. El patrón ya dijo, los que vengan conmigo van a vivir mejor en la ciudad. Hay de todo y más posibilidades de trabajo que aquí.
—Lo sé mujer, pero muchas veces me pregunto ¿Cuál es el precio que realmente vamos a pagar? Pensar en salir del pueblo me produce escalofríos. Pensar en vivir en una ciudad, trabajar en la fábrica y luego al salir y no poder ver el monte, ni la huerta, ni los animales… No sé, pienso que igual es necesario, pero mi cabeza me dice que no es tan bueno como lo pintan. Yo sin la tierra, sin los animales, sin el campo no soy nadie. Aquí soy yo, allí no sé que seré.
Dos semanas después, en unos carros habilitados por la empresa, trasladaron las pertenencias a su nuevo hogar.
Maria, Pedro, Primi y Marcial, el 26 de mayo de 1887 a las diez y veinte de la mañana, en la ermita de San Crescencio que hay a la salida del pueblo, se volvieron para mirarlo por última vez.
La Iglesia, la fuente, perros ladrando, ruido a pueblo, volutas de humo saliendo de las chimeneas, el olor a tinte, a madera quemada, el sonido de los cencerros del ganado, de las palas del molino junto al río…
Jamás volvieron al pueblo.
Primi se casó y se marchó a Chile. Montaron una tienda en Viña del Mar. Marcial estudió para marino mercante, era suboficial del Titanic cuando se hundió el 15 de abril de 1912. Los padres, a pesar de los malos presentimientos que tenían, no les fue mal. Pudieron hacerse con unas perrillas a base de mucho sacrificio y cuando ya fueron mayores, se compraron una pequeña casa de labranza a las afueras de Logroño. Allí terminaron sus días, con su pequeña huerta, sus cuatro gallinas y sus conejos. No era su pueblo, pero fueron felices.
Esta entada se vuelve a subir por cambio en el programa web. Su primera edición fue: 20 de mayo de 2022