La familia
Nací en una familia clásica. Cuando tenía un año mis padres se separaron. Eso lo he sabido mucho después.
Hasta los doce años viví con mi madre, la casa era un desastre. Hace unos años comenzó a beber, me decía que necesitaba calmar los nervios. Fue tan poco a poco, que al final lo consideraba normal. Yo tenía que hacer la compra, poner la lavadora, planchar, hacer la comida… Ella no podía, era una alcohólica. Luego vinieron los hombres, aquello se convirtió en un trasiego de caras desconocidas, algunas apenas duraban un día.
Cuando mi madre estaba serena, podías hablar con ella. Siempre me prometía que iba a cambiar y luego nada de nada.
Un día, de casualidad, a través de uno de esos visitantes fugaces, que mi madre llevaba, supe que mi padre vivía. Mi madre, siempre me había dicho, que había muerto.
—Y ¿por qué no he sabido yo nada hasta ahora? —pregunte a mi tía Julia, hermana de mi madre. Había estado varios años viviendo en el extranjero y hace poco que estaba aquí.
—Mira Andrés, mi hermana me pidió que nunca te contara nada de esto. Tu padre vive, no está muerto como ella te ha hecho creer. Veo que está destrozando su vida y la tuya. Hablé hace unos días con ella, pero no hay forma. Me ha mandado a la mierda y me ha dicho que me meta en mis asuntos, pero no puedo dejarlo así. Ayer llamé a tu padre, está viviendo en un pueblo de Salamanca.
Tu madre tuvo muchos problemas con Manuel, que así se llama tu padre. Al poco de casarse, comenzaron los gritos. Tu madre es depresiva y tu padre no ayudó mucho con su carácter. El caso es que, al año de nacer tú, decidieron separase. Tu madre no lo llevó muy bien y luego, poco a poco, todo se fue torciendo.
Había tomado una decisión, me iba a ir con mi padre, si fuera posible. Estaba harto. Cada día me resultaba más difícil esta situación.
Esa noche, cuando volví a casa, quise hablar con mi madre, pero claro, había salido de juerga con uno de sus amigos. Hasta tres días después, que pude hablar con ella. No debió ser el mejor momento porque, me tiró la botella y me reprochó que la dejara. Según ella, todos la dejaban, hasta su marido, mi padre. Luego se fue a su habitación y ahí acabo la conversación.
Fui a casa de mi tía. Había quedado allí, con mi padre. Me sorprendí al verlo. Era alto, guapo y parecía más joven de lo que yo me había imaginado.
Parece que se alegró de conocerme, aunque la verdad es que, nunca se había interesado por mí. Rehízo su vida y de mí se olvidó. Simple.
Me dejó claro que intentaría ayudarme en lo que pudiera, pero de irme a vivir con él, nada de nada. Tenía dos hijas de mi edad y su mujer le dejó bien claro que, no podía ir con ellos.
Fue un jarro de agua fría. Las ilusiones que me había hecho al saber que tenía padre desaparecieron, en un abrir y cerrar de ojos.
Esa noche me encerré en mi habitación y lloré. Lloré, como nunca lo había hecho hasta entonces, y mira que había llorado veces.
Me di cuenta de que ya no tenía fuerzas, todo se había venido abajo en poco tiempo.
Cuando desperté, vi que tenía tubos en el brazo y las muñecas vendadas. Estaba en el hospital, mi tía y su novia a mi lado.
Supe que esa noche, mi tía, viendo como me había quedado, después de la reunión con mi padre, me llamó a casa y al no contestar decidió ir. Le abrió mi madre, que de casualidad volvía a casa, en ese momento. Me encontraron en mi habitación en un charco de sangre.
Unos días más tarde, salí del hospital. Mi madre, no sé en qué momento de lucidez, le había otorgado a mi tía, mi custodia.
Desde entonces vivo con ellas. Julia y su novia, Celia, son mi nueva familia.
Han pasado cuatro años. He tenido que estar en terapia mucho tiempo, pero esa etapa de mi vida, tan dolorosa, ha quedado atrás.
Esta entada se vuelve a subir por cambio en el programa web. Su primera edición fue: 3 de febrero de 2023