Pintura rupestres atribuidas a los indios Hopi

Leyenda

Parte uno

El estudio de Noah Davis, más conocido como «Hopi», está situado a las afueras de San Bernardino (California). Desde el jardín trasero se divisa el pico San Antonio, nevado en esta época del año. Es todo un espectáculo.

Una periodista comenzó, en un artículo, a darle el apodo de «Hopi», cosa que no le molestó, y así comenzaron a llamarlo.

Thomas es un amigo de Noah. Le lleva los papeles y le ayuda en su trabajo, más que nada atendiendo a los clientes. Noah es bueno en todo lo referente a la pintura, más bien un genio, pero en cuanto al trato con la gente, digamos que no es su fuerte.

Hoy Noah andaba muy nervioso, iba a venir a su estudio Hílary Ryan para hacerse unos dibujos decorativos. Luego, allí mismo, tenían una sesión con Molins, el fotógrafo de moda, para la revista Ivónity. Era una mezcla que había que tratar con cuidado.

Hílary era una modelo engreída, mimada y caprichosa. Molins era un estúpido, y a pesar de que el vodka y la cocaína le salían hasta por los ojos, sus fotos eran impresionantes.

Esas dos locomotoras sin freno, unido al hecho de que Noah hoy no tenía su mejor día, no auguraba nada bueno.

Como siempre cuando llegó Hílary, no lo hizo sola. Una corte de inútiles la acompañaba. Realmente salvo Saly, su ayudante, el resto eran unos lameculos y baila aguas que vivían a su costa.

La entrada al estudio ya comenzó con mal pie. Hílary al ver que no había llegado Molins, se enfadó mucho. Bueno, más bien cogió un cabreo de espanto. Y eso que hasta dentro de dos o tres horas no iba a estar lista. Le gustaba tener a todos a su alrededor, como moscardones, adulándola.

—No ves Saly, ya te lo decía yo. Contar con Molins es inútil, no es puntual nunca, se cree un dios y que todos tienen que bailar a su son —dijo Hílary—y además he tenido que venir a este cuchitril, cuando todo esto debería haberse hecho en mi casa.

—Tranquilízate —dijo Saly— sabes que es necesario venir aquí, no se puede trasladar todo a tu casa y en cuanto a Molins, ya lo conoces. Además, hasta dentro de varias horas no puede comenzar a hacerte las fotos. Así que, relájate y deja que Noah haga su trabajo.

La sesión de pintado era para el lanzamiento de una línea de ropa, con motivos tribales americanos. Tenía que decorar los hombros, la cara y los brazos con unos intrincados dibujos que Noah, previamente, había presentado a la revista.

Su inicio en la pintura y su aprendizaje del arte corporal habían comenzado en el Edmundo Slater Scool of Art de San Francisco, pero su verdadero salto evolutivo lo dio después de pasar dos años con los Hopi, en la reserva de los Indios Pueblo.

Allí aprendió de manos de sus mujeres, el dibujo de los espíritus «como ellos lo llaman», y le fueron transmitidos conocimientos ancestrales y secretos que solo ellos poseen.

De allí, volvió más místico y mejor pintor. Sus dibujos, sobre todo de la naturaleza, eran excepcionales, pero donde más sobresalía era en la pintura corporal. La colocó a otro nivel, todo el mundo lo admiraba.