Calor y frio en Laponia
Parte III El lobo
La nieve caía con intensidad. La doctora Shannia intentaba arrancar su moto de nieve, tenía que visitar un par de granjas a unos 15 kilómetros. Hoy tenía un posible caso de sarampión y un anciano al que tenía que quitarle el yeso; un reno le había dado una coz rompiéndole la pierna.
«Es la primera vez, pensó Shannia, en estos casi dos inviernos que llevo aquí, que este cacharro se hace de rogar. Recordó el primer viaje, la entrevista y como consiguió el trabajo. Pensaba que poca gente optaría al puesto y se sorprendió al saber que había varios médicos interesados».
Al final, pese a su juventud y nula experiencia, fue la elegida. Las ideas que tenía, la fuerza con la que las defendió, su conocimiento de idiomas, su gran disposición para trabajar en esa zona y las excelentes notas con las que había terminado la carrera, jugaron a su favor.
Normalmente se desplazaba en coche, pero en esta ocasión, debido a la nieve acumulada en las últimas horas, debía ir en la moto. Ya se conocía bien toda la zona y aunque al principio tuvieron que acompañarla, ya no lo necesitaba. Por fin esta arrancó y, mientras se calentaba el motor, terminó de cargar, en el trineo que arrastraba, el material que le hacía falta.
Finalmente metió el revolver en su funda y se marchó; el llevar un arma había sido una de las cosas a la que más le había costado adaptarse, pero viajando sola por lugares tan deshabitados, terminó aceptándolo.
Eran las diez de la mañana y tenía por delante solo cuatro horas de luz, debía de aprovechar bien el tiempo. Cuando iba en coche no había tanto problema. En más de una ocasión había tenido que dormir en él, pero en la moto no podía. O hacía las visitas en ese tiempo o tendría que dormir en una de las granjas. No sería la primera vez, pero prefería volver a su cabaña.
Hacía rato, había dejado la pista que había tomado en dirección noroeste. No nevaba y poco a poco el sol se había ido abriendo paso entre las nubes; a mediados de invierno era un verdadero placer notar sus rayos, aunque apenas calentaban.
Después de pasar un arroyo se paró, tenía que recolocar la carga del trineo que se había movido. Al subir de nuevo a la moto un ruido le hizo girar la cabeza.
No tuvo tiempo de nada, un lobo enorme se abalanzó sobre ella. Cruzó las manos sobre la cabeza en un inútil intento de protegerse, pero termino tirándola sobre la nieve del camino. Un grito de horror escapó de su garganta.