Calor y frio en Laponia
Parte VI Y por fin llegó el…
—¿Qué te parece si te tomas un día de descanso? —dijo Davvit—. Me han dicho que pasado mañana esperan la llegada de unos rebaños de renos que vienen desde Suecia. Hay un paso, entre dos lomas, que sirve de frontera, a unos doce kilómetros, que termina en una amplia meseta. Allí se juntan todos los rebaños antes de ir a sus asentamientos de verano. Es un espectáculo que no debemos perdernos. Puede que en un futuro, no muy lejano, esa forma de vida nómada desaparezca.
—Me encantaría verlos. Podemos ir de acampada, será bonito estar en medio de ninguna parte y poder ver la aurora boreal.
Ese día madrugaron. En el todoterreno se dirigieron hacia la meseta, siguiendo los caminos que le habían indicado a Davvit. Para cuando comenzó a salir el sol, ya habían llegado a la frontera por donde debían de pasar los renos. Al fondo, al oeste, una gran pradera, casi sin árboles, se perdía en el horizonte. No era posible saber dónde acababa Finlandia y empezada Suecia.
En una loma acamparon y a media tarde, al fin, los oyeron; al principio fue solo un sonido lejano y, poco a poco, se fue haciendo más y más fuerte. Sin darse cuenta frente a ellos, como salidos de la nada, los renos hicieron su aparición. Al principio eran animales sueltos; luego una cascada imparable, millares y millares de renos emergiendo en la explanada que había a sus pies. Para Shannia fue un momento único, nunca había visto nada igual. Emocionada quiso acercarse a verlos.
En un momento dado, los animales, sin motivo aparente, comenzaron a moverse hacia donde estaban; parecía como si la presión de los que llegaban los empujara.
Viendo que se les echaban encima, corrieron hacia el vehículo. Consciente de que no iban a llegar a tiempo, Davvit se retrasó e intentó desviarlos.
Shannia, desde el vehículo, pudo ver cómo Davvit se había quedado atrás y era arrollado.
Una mañana Shannía se despedía de Märja. Juntas habían llorado a Davvit. Juntas lo enterraron.
—Märja, estaba enamorada de Davvit. No soy capaz de seguir aquí; no me siento con fuerzas para vivir sin él.
Shannia y Märja se abrazaron. Para Shannía su aventura en Laponia había terminado.