Los secretos del bosque

Parte I

La idea de Juan les pareció bien a todos, así que ese fin de semana se irían de acampada al hayedo del Rajao.

Vivían en Estella y un día, en Urbasa, alguien le comentó a Juan la existencia de ese pequeño y precioso hayedo; de ahí surgió la excursión.

El viernes por la tarde, Laura, Bego, Andrés y Juan cogieron el coche y fueron, pasando por Logroño, al valle del río Tobía, hasta donde estaba la zona de acampada. El sábado tenían la intención de pasear y sacar fotos del bosque. El otoño era una época fenomenal, por no decir la mejor, para visitarlo.

Montaron la tienda al lado del refugio, agradeciendo estar solos. Les habían comentado que solía visitar el sitio mucha gente, sobre todo en esa época del año.
Prepararon la cena y, después del café, sentados alrededor del fuego, Juan sacó una botella de pacharán que fue pasando de mano en mano, al igual que el porro que lio Laura.

Cuando ya todos estaban relajados, Juan decidió contarles una historia acontecida en el bosque de Urbasa, o al menos eso le habían dicho.

—Hace muchos años, una pareja de jóvenes, desafiando las advertencias de los habitantes del pueblo… —comenzó Juan.

Esa noche, sin luna, envolvía el bosque en una oscuridad impenetrable. Las linternas apenas servían para iluminar el camino bajo las tupidas hayas.

Mientras iban subiendo por la vereda, que llevaba al claro donde querían acampar, los dos se reían de la cara que habían puesto los del pueblo cuando les contaron lo que pensaban hacer.

¡Cuidado con la Dama de las Hayas, desde hace cientos de años vigila el bosque, no permite que vaya gente! No paraban de repetirles. Pero ellos habían decidido adentrarse en el bosque para acampar y ninguna vieja leyenda pueblerina les iba a persuadir de hacerlo.

A medida que avanzaban, la negrura parecía hacerse mayor, si es que eso era posible. Les pareció escuchar un susurro en la distancia, mientras una ráfaga de viento helado los envolvía.
Se miraron, no sabían si eran imaginaciones suyas o si realmente habían oído algo, pero decidieron seguir y no hacer caso.
Avanzaron un poco más y, a la entrada de un pequeño claro que apenas podían divisar por la falta de luz, la vieron.

Era una figura etérea, envuelta en una neblina blanquecina, que parecía deslizarse por el claro. Su vestido flotaba alrededor de ella y su cabello, largo y ondulante, se confundía con las sombras negras de los árboles. Mientras se iba acercando, entonaba una bella melodía.

Pudieron ver que sus ojos, que antes les parecieron oscuros, estaban vacíos y su cara tenía una extraña expresión, como de miedo.
Los jóvenes, al verla acercarse, se quedaron pálidos, clavados al suelo. Un gélido frío se apoderó de ellos, cuando alargó su mano y les tocó en el brazo.

Según la leyenda, la Dama había perdido violentamente la vida hacía muchísimos años; decían que buscaba almas con las que compartir su soledad.
En ese momento, uno agarró del brazo al otro y tirando —
mientras seguía hablando, Juan adelantó las manos y agarró los brazos de Laura y Bego, que soltando un grito, se echaron para atrás y cayeron al suelo. Cuando se levantaron, se lanzaron a por Juan.

—Eres tonto, Juan, no se puede hacer eso en medio del bosque, en una noche oscura, alrededor del fuego, y esperar que no nos asustemos —gritó Laura.
—¡No tiene gracia! La historia no da tanto miedo, como esa hay una en cada bosque —dijo Bego—, pero al tocarme… Ha sido instintivo.
—Bueno, tranquilidad —concluyó Andrés—, que no es para tanto. Será mejor que nos vayamos a dormir, mañana hay que madrugar.
—Pero, ¿cómo acaba la historia? —preguntaron a la vez las dos.
—No os preocupéis, ya la terminaremos en otro momento —dijo Juan.

No había acabado de decir eso, cuando se escucharon unos susurros. Pensaron que era el aire, que se había levantado hacía un rato, al pasar por las ramas de los árboles. Pero los sonidos se volvieron a oír y ahora parecían demasiado humanos; se adivinaba en ellos melancolía, dolor, rabia, desesperación…

2 comentarios

  1. Ohhh, no puedo esperar a leer la continuación. Esta genial, me encantan historias del lugar donde vivo o lugares cercanos. Muy buena historia de intriga…

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