Bandera nazi, para ilustrar un relato sobre lo que hay detras de las guerras y el poder.

Lo que mueve el mundo

El poder del dinero cantada por Paco Ibañez

Hace poco leí HHhH de Laurente Bonet, narra los pormenores de la operación Antropoide. Básicamente, era un intento de asesinar a Reinhard Heydrich «la bestia rubia o el carnicero de Praga», uno de los artífices del holocausto durante el régimen Nazi.

La muerte posterior de Heydrich con resultado de las heridas sufridas, desencadeno que el pueblo de Lidice (actual República Checa) fuera totalmente arrasado y sus escombros aplastados hasta no dejar constancia de donde estaba ubicado, esto fue el 10 de junio de 1942, mataron a 304 personas y el resto fue llevado a campos de concentración.

Luego casualidades de la vida, calló en mis manos la entrevista que el 6 de abril de 1923 hizo a Hitler, líder fascista casi desconocido por aquel entonces, el periodista Español Javier Bueno y publicada por ABC.

Como si todo tuviera relación, el otro día recordé una visita que mi mujer y yo hicimos a Múnich. Estuvimos cenando en Hofbräuhaus, una famosa cervecería que en febrero de 1920 fue lugar elegido por Hitler para proclamar los 25 puntos por el que se regiría el Partido Nazi.

No sé si por haber recordado esto o por alguna extraña razón de repente en un momento determinado, me veo hablando con Adolf Hitler.

La conversación se desarrolla en algún lugar de montaña con bosques y una casa a la orilla de un lago. Veo un pequeño velador con vista al agua donde hay instalada una mesa, preparada para comer. Hitler está igual que en las fotos que de él hay en cualquier enciclopedia. Vestido con un traje de lana gris oscuro, chaleco y brillantes zapatos negros de cordones. El chaleco está cruzado por una fina cadena de oro y supongo que en un bolsillo del mismo habrá un reloj. Su ya conocido bigotito se mueve rítmicamente cuando habla, parece que está enfrascado en una explicación. Está muy tranquilo, yo diría que incluso relajado.

No sé cómo he llegado allí, pero en ese momento nos sentamos a la mesa del velador, que ya está preparada con la comida. Me pregunta si quiero vino y ante mi afirmación lo escancia en una copa sirviéndose él otra.

Comenzamos a comer el primer plato consistente en una especie de sopa espesa de verduras y de mi boca sin que yo tuviera nada que ver con ello, surge una pregunta. ¿Es consciente de lo que supuso el holocausto?

Me mira sorprendido, no entiendo su pregunta, me contesta ¿a qué se refiere? Me quedo con los ojos abiertos por la respuesta. Le explicó su ascensión al poder, el exterminio de toda oposición alemana, especialmente el pueblo judío. La invasión de Polonia y la segunda guerra mundial, la muerte de millones de personas por su causa, su muerte.

Me mira sorprendido y dirigiéndose a la mujer que nos está sirviendo le dice. Como me fastidia tener que explicar las cosas obvias, en principio yo estaba predestinado para ser líder, Führer y Canciller del Reich.

Tenía claro el papel de Alemania, el papel de la raza Aria, tenía claro quién era quién. Nuestra supremacía como raza, la inferioridad de las demás y la necesidad de unir a todos en una misma dirección, que sirviera para sacar adelante mi causa.

Todo hubiera sido distinto si en mis comienzos no hubiera tenido apoyo económico, ese era mi principal problema, el dinero. Pero me di cuenta de dos cosas, que con mi discurso sencillo, pobre, pero perfecto para los que iba dirigido, conseguía lo que pedía poder, poder absoluto.

Por otro lado, el capital de las grandes empresas fue crucial, en un principio muchos obligados, otros gustosos y luego por necesidad de ambos. Los aliados me dejaron hacer, miraron para otro lado y aun sabiendo lo que estaba pasando cerraron los ojos.

Por cierto, el capital que me ayudó a mí a subir al poder, incluido el americano, es el que luego hace resurgir a Alemania una vez terminada la guerra. Por supuesto, con el beneplácito de los aliados. El resto es como usted lo dice, no sé contarle otra cosa.

En ese momento me sobresalté y me di cuenta de que estaba sentado en un banco que hay a la entrada de mi casa en el pueblo. Obviamente, no estaba en Alemania y en mi mente solo queda flotando la idea de que al capital con mayúsculas no le importa un pito nada ni nadie, salvo él mismo.

Parte de las muertes que se produjeron entonces, como las que se producen ahora en muchos países, es por la misma causa. Poder y dinero.

Creo que el control del primero por el segundo ha motivado la mayoría de las guerras del mundo. Si tenemos en cuenta la falta de moralidad del dinero, debemos entender que todo se pueda volver a repetir, quizá de otra forma, pero al final lo mismo.5