El cementerio viejo de Daroca
Siempre me pasaba igual. El pasear de noche por esa calle del pueblo me producía desasosiego.
Nada más salir de la plaza, cuando la luz de sus farolas dejaba de iluminar mis pasos, yo comenzaba a notar como si algo no visible me rodeara.
El aire se volvía más denso, soplaba poco a poco como a impulsos, aumentando esa sensación de malestar.
Unos sonidos, como lentos y profundos suspiros me envolvían.
Cuando mirabas a la izquierda aparecía el cementerio. Pasaba casi desapercibido, salvo los días de luna llena.
Ya no se utilizaba desde hacía mucho, pero las lápidas permanecían firmes en el suelo.
Las noches claras, sombras difusas parecían moverse al compás de una mano invisible, a la vez que sonidos, que parecían suspiros, acompañaban esa danza más bien siniestra.
En esos momentos siempre notaba un intenso frío que me recorría la columna de arriba abajo. Intentaba no pensar en ello, pero al poco rato empezaba a agobiarme, el vello del cuerpo se me erizaba, y jadeando volvía a la plaza sin dejar de echar la vista atrás.
La sensación de que algo me seguía no la perdía, hasta alcanzar a ver el Moral, que junto a la iglesia hay en la plaza.
La vista del árbol me devolvía la tranquilidad y desvanecía mis miedos.
Si paseaba de día por el mismo sitio solo veía una parcela descuidada, llena de maleza de la que sobresalían viejas lápidas, nada especial.
Agradecí el día que desmontaron ese cementerio y pusieron en su lugar una plazoleta con bancos.
Cuando he vuelto a pasear de noche por ese lugar, me ha parecido oír un ligero susurro, pero ya no es lo mismo.
Esta entada se vuelve a subir por cambio en el programa web. Su primera edición fue: 24 de enero de 2021