De aquellos polvos…
Era el año 2435 según los cuadernos de bitácora donde se anotaban los acontecimientos que iban ocurriendo. Llevábamos bajo tierra más de trescientos cincuenta años.
—Me llamo Julia, tengo 17 años y vivo con mis padres en una ciudad subterránea, con cerca de 2500 personas, que está situada en un lugar donde estuvo España.
Según la hemeroteca que hay en la biblioteca, nosotros los humanos fuimos tan estúpidos que unos por ambición, otros por idiotez y los más por pasividad, hicimos posible que nuestro planeta muriera asfixiado por una atmósfera irrespirable, fruto de una contaminación incontrolada. Ayudado por la mala gestión de unos políticos ineptos, cuya visión del mundo era de cuatro años, el hombre se destruyó en un afán de supremacía inútil.
Murió cerca del 99% de la población mundial. Para sobrevivir, construyeron por todo el planeta ciudades más o menos como esta, en un último intento de que perdurara la especie.
Me levanto para ir al colegio, mientras mi madre desde la cocina me llama.
—Arriba Julia vas a llegar tarde a clase.
—Tengo sueño mamá, anoche no pude dormir pensando en la Paloma.
—Olvídate de la Paloma y desayuna para que puedas irte.
Se había diseñado todo aquel sitio para intentar llevar una vida normal, eso sí, bajo tierra.
Todo estaba pensado bajo el prisma de la utilidad, no había cosas superfluas.
Producimos nuestra comida, partiendo de unos hongos que se cultivaban a oscuras; de una especie de legumbre que se adaptó muy bien al lugar y de carne de conejo que criamos.
Eso nos aporta los nutrientes necesarios para vivir.
Solo sabemos de la verdura, fruta, carnes o pescados por los libros. Jamás los he probado.
Mis padres trabajan en las plantas de depuración de agua y aire; yo estudio.
Aquí de una u otra manera todos trabajamos para la comunidad.
Se controla mucho la natalidad, debido al espacio disponible y a la producción de alimentos.
No obstante, se tiene la esperanza de que algún día se pueda volver a la superficie.
En el último mes, cuando terminamos las clases nos juntamos un grupo de amigos a la salida, solo hay un tema de conversación: el vuelo de la Paloma.
—Si, si, van a echarla a volar pasado mañana, ya lo están preparando todo —comentaba Marcos—. Su padre era el técnico encargado de ella.
La Paloma es un avión sin tripulación, cada veinticinco años se lanza uno desde una ciudad subterránea. Su misión es inspeccionar el planeta y comprobar si hay signos de recuperación y de vida.
Se tiene la esperanza de que el planeta pueda regenerarse pasados unos años.
Para no gastar recursos innecesariamente, ese vuelo sale cada vez de una ciudad distinta. Cuando estas se diseñaron se pensó en ello y dejaron en la superficie unos hangares con aviones no tripulados.
Nos comunicamos con las otras ciudades por radio. Esta vez nos toca a nosotros probar suerte. El sorteo nos ha sido favorable y está la ciudad totalmente revolucionada por ello.
Hoy todo el Arca 2167, que así nos llamamos, está pendiente de los monitores y hay fiesta en todos los trabajos no esenciales.
Siempre se tiene la ilusión de encontrar algo que nos dé nuevas esperanzas para seguir.
—Julia, saca unas botellas que he preparado, —dijo mi madre desde el comedor— mientras, repartía vasos entre los amigos de clase, que habían venido a ver el lanzamiento desde mi casa.
—Bueno chicos —dije mientras les ponía un refresco. ¿Qué es lo que haríais en el caso de poder salir a la superficie?
—A mí me gustaría poder meterme en el mar y disfrutar rodeado de agua —dijo Marcos.
—Ah, pues yo ver un bosque, sería mi gran ilusión —comentó Raquel.
—Respirar aire puro y beber agua de un manantial —dijo Julián.
—Y tú, ¿qué harías, Julia? —me pregunto Marcos.
—Yo siempre he deseado contemplar grandes espacios, el cielo, nubes, montañas —dije mientras con la mano les indicaba que callaran. Comenzaba la emisión que estábamos esperando.
El avión despegó sin ningún problema, nuestros ojos estaban fijos en la pantalla, ni pestañeamos.
Ninguno de nosotros habíamos vivido antes esta situación.
Después de unas horas de tensión pendientes de los monitores, la expectación comenzó a decaer y nos fuimos a dormir. Nada había pasado hasta entonces que fuera de interés.
A media noche me despertó mi padre.
—Levántate, rápido, han encontrado algo.
Nos fuimos al salón y por el circuito cerrado vimos unas imágenes que, aunque no eran nada claras, se podía apreciar una masa grande de árboles y un río.
Hasta ese momento nunca se había visto nada, solo una nube oscura y negra recubriendo el planeta.
La alegría en el arca era enorme y por primera vez parecía que algo había cambiado en el exterior.
Tuvimos que esperar tres días hasta que los expertos analizaron toda la información.
Una zona de África, donde estaba Kenia, Tanzania, el Congo, más o menos en el centro del continente, se había detectado libre de contaminación. Los niveles de radiactividad eran normales, se había divisado el río Nilo y los lagos que lo forman.
La Paloma había vuelto al Arca con una rama de olivo, era un milagro. Nos daba esperanzas para el futuro, aunque no sabíamos si alguno de nosotros podríamos disfrutarlo.
Simplemente sabemos que alguien podrá.
Esta entada se vuelve a subir por cambio en el programa web. Su primera edición fue: 23 de febrero de 2021