Un fanfic

Guillermo, Guillermo, tienes que levantarte es hora de sacar al ganado, le decía la madre a un mozarrón de unos 12 años que dormía profundamente en el alto de la casa.

Al poco por la escalera apareció frotándose los ojos el muchacho.

—Buenos días mama, he dormido de miedo, aunque he tenido unos sueños más extraños. Me veía yo de mayor iba por la plaza del mercado y conmigo venía un niño que a la vez era yo. Cuando pasamos por delante del Ayuntamiento vimos que habían colocado una estatua nueva en medio de la plaza. La gente no se porqué inclinaba la cabeza al pasar junto a ella.

Guillermo, recordando de golpe el resto del sueño, decidió no contárselo a su madre, no era más que un mal sueño y no merecía la pena asustarla.

Una vez que dio de comer a los animales, preparó las cabras para salir, se despidió de su madre y cogiendo el zurrón se dispuso a subir a la montaña a pasar el día con el ganado.

Le vino a la memoria el sueño, se acercó a la cuadra cogió su ballesta, unos dardos y arreando a las cabras se alejo camino arriba.

En lo alto de la meseta donde había subido a las cabras, discurría un pequeño arroyo. Se sentó en una piedra y mientras el ganado pacía tranquilamente, recordó el sueño que había tenido la noche anterior.

Mientras dirigía la mirada al valle, a la mente le vino nítidamente lo soñado.

Pasaba por una plaza al parecer con su hijo, de repente una persona le llama por su nombre.

—¿Tu eres Guillermo Tell no?, soy el gobernador y quiero que tires contra una manzana sobre la cabeza de tu hijo, dicen que nunca fallas.

Se quedo plantado en medio de la plaza.

—Quien sea usted —le dijo al hombre que le había hablado— solo disparo a la caza nunca juego con ello.

—Pues vas a tener que hacerlo le dijo el hombre, si no lo haces tú lo hará uno de mis hombres y no tienen muy buena puntería. Solo quiero ver si es justificada tu fama.

Viéndose rodeado por una docena de soldados, a Guillermo no le quedo otra que hacer lo que le habían ordenado. Dispusieron al niño a cien pasos junto a un árbol y sobre la cabeza le pusieron una manzana,

—Adelante papa —le dijo el hijo— confío en ti se que nos vas a fallar.

Cargo la ballesta y apunto.

Ahí se acababa el sueño, se había despertado sudoroso y nervioso.

A partir de ese día, todos los días se volvió un hábito el tirar unos dardos, cargar, apuntar y disparar. Todo un ritual que repetía un mínimo de cincuenta veces.

Veinte años mas tarde, un día paseando por la plaza de Altdorfg, localidad del cantón de Um ( Suiza ), cercana a Bürglen donde él vivía, un hombre que allí había rodeado de soldados le hablo.

—Soy Herman Gessler el gobernador, porqué no saludas como todo el mundo la estatua de nuestro rey cuando pasas por su lado. ¡Como te llamas!

Mientras decía esto un grupo de soldados les rodeo a su hijo y a él.

—Me llamo Guillermo Tell.

—Ah de modo que tu eres el famoso Guillermo Tell, bien vamos a probar si tu puntería es tan buena como dicen. Que aten al chico al árbol y tu desde cien pasos le darás a la manzana que vamos a colocar sobre su cabeza.

A la mente le vino su sueño de hace 20 años, se alegró de la decisión que tomó en su momento de practicar con la ballesta.

Los prolegómenos fueron como en su sueño, cargó la ballesta y tomando un segundo dardo se puso frente a su hijo.

Mientras se había ido congregando gente en la plaza y cuando iba a disparar no menos de doscientas personas llenaban el lugar. Muchos de ellos conocían la habilidad de Guillermo.

Apunto con sumo cuidado y acompasando la respiración disparó. El dardo después de un breve recorrido impacto en el medio de la manzana, partiendo esta en dos.

Seguidamente y sin dar tiempo a nadie a pensar lo que pasaba, puso el segundo dardo en la ballesta y disparó al gobernador que calló al suelo con el corazón atravesado.

La gente del lugar, se lanzó sobre los soldados. Ahí comenzó el levantamiento suizo contra los Habsburgo.

Esta entada se vuelve a subir por cambio en el programa web. Su primera edición fue: 27 de mayo de 2021