Cosas que no volverán
Revisando fotos antiguas hace unos días; me vino a la mente el carro y el caballo donde mi abuelo subía el género que producía la huerta, al puesto que tenía en la plaza de Abastos.
Recuerdo que el caballo se dejaba en una cuadra que había en la calle mayor junto a la Iglesia de Palacios. El carro se dejaba en un cobertizo que había en el antiguo ferial del ganado, situado en la actual calle Madre de Dios antes camino, mas o menos por donde cae el cruce de esa calle con la de San Millán.
En la entrada al puente de piedra en el lado derecho había un herrería donde se dejaba a veces el animal para que le cambiaran las herraduras.
Recuerdo una puerta grande con argollas ancladas a la pared a ambos lados para dejar sujetos los animales.
Donde hoy está el hotel FG había un talabartero, fabricaba y reparaba entre otras cosas los aperos para el tiro del caballo (riendas, collera y demás).
En la misma zona había varios guarnicioneros mas, que reparaban entre otras cosas todo lo relacionado con los aperos para animales de carga y tiro.
Si me acuerdo más del mencionado es porque, colgado a ambos lados del dintel de la puerta, en unos ganchos ponía los artículos que fabricaban. Siempre me llamaban la atención todo lo que allí había.
Al otro lado de la herrería en la otra acera del puente recuerdo a un señor mayor, gitano, que reparaba cazuelas, les ponía pequeños marches y con ello volvían a poder utilizarse.
Había mucha necesidad en esa época (década de los 40 a los 60) ese tipo de reparaciones hoy son impensables. Pero entonces el buen hombre se ganaba un jornal y nosotros podíamos seguir utilizando la cazuela.
De esa época que yo era un crío, me vienen curiosos recuerdos. Los hombres salir al trabajo con los pantalones remendados con trozos de tela en muchos casos de otro color y tipo. No podía faltar la boina y la faja.
Recuerdo la pequeñas cestas de mimbre en las que llevaban la comida (trozo tocino, caña con sal, navaja, bota vino, trozo pan del día anterior y en muchos casos un tomate; los más afortunados un huevo cocido) de mañana hasta la noche, normalmente al campo (suyo o a jornal).
Miel de Alcarria, ajos de Pedroñeras, afiladores gallegos, el lechero con su carro y sus candajas de leche y un sin fin mas de gente que de una forma u otra iba por ahí vendiendo o reparando cosas.
Te echaban culos a las sillas de anea y te vareaban la lanas de los colchones. Y como no, el estribillo que mejor me acuerdo es “ se compra metal, cobre, zinc, hierro, aluminio y camas viejas”.
Si no cogías leche tenías que ir a por ella directamente a la vaquería, en Logroño había varias. Ah y luego hervir la leche.
Mención aparte por curiosa, es la de que en algunas casas no había agua corriente y había que bajar al portal donde había agua proveniente de un manantial que salía allí mismo.
Hoy muchas de esas cosas nos parecen cosas de nuestros abuelos pero no es así. Lo he conocido yo y ya no las volveré a ver.
Pero sin duda una de las cosas que permanece indeleble en mi memoria es bajar a la tienda a por un cuarto de azúcar ó un cuartillo de aceite y en vez de pagar decirle “apuntalo en la cuenta de mi madre” y luego cuando se cobraba lo primero, ir a pagar lo del mes a la tienda. En parte se vivía de fiado, la cosa estaban mal.
Todo esto hoy cuando se lo cuentas a tus hijos, parece que fueras de otra época muy lejana, no saben de que les hablas.
Esta entada se vuelve a subir por cambio en el programa web. Su primera edición fue: 6 de junio de 2021