Cambiar el paso puede ser suficiente
Elisario Zamarradas siempre había sido un pobre hombre en el más amplio sentido de la palabra. Nunca en su vida había llegado en el momento preciso a nada. Llegaba pronto o llegaba tarde, pero en el momento apropiado nunca.
Ya su madre decía que lo suyo no era acertar, cuando lo trajo al mundo llegó un mes antes y por poco la palma. En la aldea que estaba a las orillas del río Grande (Bolivia), no había más que un pequeño dispensario y la enfermera era nueva. Gracias a Alusiana la partera de toda la vida y a su marido que le hizo un pequeño cajón para mantenerlo caliente, lo sacaron adelante.
Nunca acertaba con el momento oportuno en nada. Cuando en su campo plantaba maíz, ese año había una gran cosecha en todos los sitios y los precios caían. Si plantaba papas, ese año a la gente le daba por comer otra cosa y nadie se las compraba. Vamos que nunca atinaba. Pronto le cayó el apodo de Eli el Cortilargo.
A los treinta años, nadie daba un duro por él, su madre había muerto hacía tiempo y era la que le metía un poco de cordura en su cabeza. Ahora que ella no estaba, pensaban que la poca suerte que ella suponía para él, con su muerte, se le había acabado.
Cuando iba a misa siempre le pedía a Dios que le diera, aunque solo fuera una vez, un poco de suerte, de tal forma que se pudiera cumplir alguno de sus sueños. Pero la vida le había ya enseñado que, por lo que se ve, se había olvidado de él.
Ese año a la fiesta del patrono del pueblo vino mucha gente de aldeas cercanas. A la salida de misa vio en la plaza a una mujer pequeña, delgada, poquita cosa pero que resplandecía como el sol con el vestido multicolor y las trenzas que llevaba. Eli cuando la vió se quedó prendado de ella. Supo que había llegado hace unos días del altiplano buscando trabajo. Le pareció la mujer más bella del mundo y si bien es cierto que tenía su cierta belleza, no por ello se podría decir que fuera guapa. Sus rasgos medio indios medio blancos sí que es cierto que le daban un aire exótico.
Eli la cortejó y al medio año se casaron. Nadie seguía dando un duro por ellos. Pero la suerte cambió. M.ª Asunción, que así se llamaba ella, metió en vereda a nuestro amigo Eli.
Al año, su parcela de tierra producía de todo y ella se encargaba de venderlo en el mercado.
Las telas que Mª Asunción elaboraba en su pequeño telar, de curioso diseño y vivos colores, pronto fueron demandadas incluso de fuera del pueblo.
Eli, parecía haber cambiado el paso y ahora iba por delante de todos. Instaló una industria artesanal de tejidos, su mujer creó una escuela para enseñar sus conocimientos sobre hilados, tintes y diseños.
Muchas veces hasta los sueños requieren un tropezón, para cambiar el paso de tu vida.
Esta entada se vuelve a subir por cambio en el programa web. Su primera edición fue: 21 de junio de 2021