A tragar, chicos

Era pelirrojo y delgado. Le faltaba media oreja fruto de una pelea, por una gata sin pelo que siempre anda merodeando por el polígono.

Troncho, que así lo llaman, todos los días se da una vuelta por la portería de la fábrica de juguetes. Manuel, el vigilante, siempre le guarda restos de la comida que le pone su mujer.

—Hola gato, ¿como te va hoy el día? espero que mejor que a mí —mientras le hablaba, Manuel lo subió a sus rodillas y le acarició en el cuello, sabía que al pelirrojo le encantaba.

Terminó de rellenar unos papeles que tenía encima de la mesa y dejó al gato en el suelo. Salió de la oficina para estirar las piernas y el gato se coló en la fábrica. Fue paseándose por todos los pasillos, era sábado y no se trabajaba. Todo lo que veía le maravillaba. Muchas de las cosas no sabía que eran, pero otras bien que las conocía. Había muchos tipos de animales, perros, leones, osos… Todos de peluche. Eran suaves y encima de ellos se estaba de miedo. Vio balones, coches y una zona en la que hacían muñecos parecidos a los hombres, hablaban y se movían. “Eran mini hombres”.

Si rió pensando que con esos si podía y se lanzó sobre uno que ya estaba terminado. Cuatro mordiscos y dos zarpazos mas tarde, el muñeco estaba destrozado y Troncho satisfecho de su hazaña. De repente vio una rata.

—Miauou —dijo a la vez que se lanzaba rápidamente en su persecución. Luego, un bufido agudo y largo salió de su garganta.

La persecución fue brillante, digna de cualquier película de gatos que se precie. La agarra, se le escapa, patinan, chocan contra todo. Al final en un intento de cortar el paso a la rata, Troncho salta por encima de una caja y al tropezar, termina dentro de ella. Al final se escapa y Troncho sale de la caja escupiendo piezas, se ha tragado una. Por mucho que lo intentan no logra expulsarla y al final como parece no molestarle decide dejarla. Piensa… Ya saldrá.

Esa noche cuando llega al garaje donde duerme, ve al pasar frente al espejo, que hay en el vestuario, unas luces verdes reflejándose. Se acerca y atónito se da cuenta de que es él. Cuando mira al espejo, ve salir de sus ojos unas luces verdes que dan contra el cristal. Con precaución se mira varias veces y al final decide que “sí que es él”. Salen de sus ojos esos rayos de luz. Luego, se pone a pensar y se da cuenta que quizás tenga que ver con lo que se había tragado esa tarde, cuando persiguió a la rata.

Dándole vueltas a la cabeza, como hábil superviviente y buen negociante, decidió que podía sacar partido de todo eso. Sin dudarlo volvió a la fábrica de juguetes. Entrar no fue un problema, la claraboya encima de la oficina le sirvió para ello.

Se acercó a la caja donde se había caído. Vio que estaba llena de pequeñas piezas de plástico. Aparentemente de lo más normales. Pero el negocio lo veía claro, se apropio de un montón de esas piezas y las metió en una bolsa que agarró con los diente. Un rato más tarde estaba de nuevo en el vestuario donde vivía.

—Perla ¿estas por ahí? —llamo dejando la bolsa encima de una taquilla.

—¿Que quieres? —preguntó un gato grandote, con el lomo lleno de pegotes de cemento, saltando a su lado.

Cuando levantó la vista y miró a Troncho, casi le da un patatús gatuno.

—¿Que te pasa en los ojos? ¡Sale de ellos una luz verde!

—Si quieres tener unos ojos así, tienes que tragarte esto. —Mientras, le dejó a su lado una de las piezas que había cogido. Quería comprobar que lo de los ojos, era consecuencia de haberse tragado esa pieza. De no ser así, se le acababa el negocio.

Perla se tragó la pieza, le habían gustado los ojos verdes de su compañero. Pero no pasó nada.

A la mañana siguiente unos fuertes maullidos despertaron a Troncho. Perla, con los ojos brillantes de color verde, estaba dando saltos de emoción.

Pronto se corrió la voz por el barrio. Tres viajes más ese domingo a la fábrica cubrieron la demanda de ojos verde. Favores debidos para mucho tiempo y promesas de pago para el futuro, hizo sentirse feliz a Troncho.

Ese lunes en la fábrica de juguetes nadie se percató de nada. El operario que montaba los “mini hombres que disparaban rayos láser”, no aprecio que en el enorme cajón de piezas faltaran unas pocas.

Esa semana todo el pueblo se preguntaba que pasaba con los gatos. Todos tenían ojos verdes y les salían rayos de luz.

Esta entada se vuelve a subir por cambio en el programa web. Su primera edición fue: 24 de diciembre de 2021