Ajusticiado
Un hombre alto y delgado con un sombrero de paja y un traje de lino blanco, que se veía usado, estaba sentado a la puerta de una taberna. En la mesita junto a él, un vaso de vino, un cenicero y un cigarrillo consumiéndose. Nuestro hombre, absorto leía un ejemplar del Diario de Madrid.
“Crónica de la muerte de Manuel Vega alias “El Último”, ajusticiado por garrote en la prisión de Carabanchel, ayer viernes 5 de agosto de 1965. De nuestro redactor Melitón Navajas.
Hoy he asistido a la ejecución de Manuel Vega alias “El Último”. Condenado a muerte por el asesinato de dos conocidos prohombres, de esta nuestra ciudad de Madrid.
A las ocho de la mañana cinco guardias, el padre de la prisión y un servidor, procedíamos a ir a su celda. Situada en un anexo dedicado exclusivamente a los condenados a muerte, llegamos frente a la única que había ocupada. La de Manuel Vega.
Nada más acercarnos a él, se nos quedó mirando como sin vernos. El padre Carmelo se adelantó y entró. Este bendito padre lleva muchos años destinado en este penal y es buen conocedor de la condición humano y de las miserias que la rodean.
Nosotros nos quedamos afuera esperando, no se oía ni el volar de una mosca. Al poco oímos la voz de Manuel.
—Padre —dijo— no quiero que se enfade. Usted es buena persona, conmigo se ha portado bien y se lo agradezco. No necesito de sus servicios. Esos dos que maté se lo merecían. Estaban robando a todo el mundo, estaban robando a los pobres y a los más miserables. Por ello cuando me amenazaron a mí, los maté.
El padre Carmelo, no pudo sacarle ni una palabra más.
Minutos más tarde los cinco guardias, sacaron a Vega de la celda y le ataron las manos. Flanqueado por ellos, seguidos por el cura y un servidor, nos dirigimos a una sala anexa al módulo.
Al entrar lo primero que se veía era el garrote, estaba en el centro de la sala. A un lado, un poco apartado, un grupo de personas estaban esperando.
Aparte de los guardias, el padre y el verdugo, estaba el director de la prisión, un funcionario de Justicia, dos funcionarios de la Delegación de Prisiones y tres periodistas (Arriba, ABC) y un servidor de ustedes, que nada más entrar se colocó junto a sus compañeros de profesión.
Al lado del garrote se encontraba el verdugo, cubierto con una capucha. Los guardias le acercaron a Vega y este lo acomodó en la máquina.
—Verdugo —dijo Vega— en mi bolsillo hay varias monedas, son para ti. Procura hacer bien tu trabajo y que muera rápido.
El director de la prisión, tomó la palabra y dirigiéndose a los presentes, leyó la sentencia. Luego se acercó a Vega.
—¿Tiene el condenado algo que decir antes de que procedamos?
—Solo unas palabras que les agradecería se publicaran en sus periódicos —dijo Vega— este mensaje es para Camuñas. En casa de Rosi, en el último cajón de la cómoda, hay un sobre para ti.
El directo, viendo que ya había acabado, le indicó al verdugo que procediera.
El verdugo, haciendo su oficio, dio garrote a Vega. Murió en el acto, no sufrió.
Debo agradecer en nombre de mi periódico y en el mío propio al Ministerio de la Gobernación, la oportunidad que nos ha dado para estar presentes en los últimos momentos de la vida de Manuel Vega.
Lo que ha querido decir o el mensaje que ha querido mandar, nadie sabe lo que significa. En la opinión de este humilde redactor, solo son elucubraciones de un asesino sin ningún sentido.
Hasta aquí la crónica de este suceso”
Una vez terminado de leer el artículo, el hombre del traje blanco, apuró el vino y aplastó la colilla con el zapato contra los adoquines del suelo. Se levantó y se encaminó hacia el arco de Cuchilleros. Bajando la calle se metió en un bar que había en la esquina.
—Hola Rosi ¿cómo estás? hacía mucho que no nos veíamos.
—Vaya, vaya, vaya, que tenemos aquí, si es Rodolfo Viguera o puedo llamarte Camuñas —dijo la mujer.— Que rapidez te has dado, yo te hacía lejos de Madrid.
—He estado en el norte varios meses, necesito que vayamos a tu casa. ¿Sabes tu algo del sobre?
—Si, sé que está, lo dejó antes de que lo detuvieran, pero no lo he tocado. Vamos si quieres ahora. Sinceramente no te esperaba tan pronto.
Cuando entraron en el piso, Rosi le preguntó si quería algo de beber y sacó dos vasos y una botella de vino. Mientras el hombre se sentaba, ella se fue al buró que había enfrente. De un cajón sacó un sobre y se lo entregó.
Este se encendió un cigarrillo, bebió un trago y comenzó a leer unas cuartillas que había sacado del sobre.
“Hola Rodolfo, si estas leyendo esto, significa que yo ya he dejado este mundo. Se que no por este caso, pero sí por otros me merezco esto. No me quejo. He matado a mucha gente. Muchos malos y también buenos, pero es lo que hay. En este caso esos dos cabrones se lo merecían.
Ese director de banco y ese notario estaban engañando a mucha gente del barrio. Las personas honradas se confían y piensan que todos son buenos y luego se ve lo que son. Pero nadie puede hacer nada y ellos cada día más ricos. A la viuda de Tomás la expulsaron del piso y se quedaron con todo. Se ha tenido que volver al pueblo con sus dos hijos.
Un día me fui a ver al director del banco, para ver qué había pasado con lo de Tomás. Me mandó a la mierda y me dijo que, si no quería terminar en la cárcel o algo peor, me marchara y me olvidara de todo. Entre él y él notario lo tenían todo muy bien montado. Legalmente no se les podía tocar. Y además, los amigos suyos, muy bien instalados en las alturas.
Ya me conoces, esto no podía quedar así. Máxime con la amenaza de ir contra mí. Los vigilé durante unos días, me ayudo Peluco. Un día que los dos se juntaron en el Club de Doña Carmen, los esperé dentro de su coche. Cuando volvían a su casa los degollé.
Todo hubiera quedado ahí, pero al Peluco lo detuvieron por un tema de contrabando y en vez de aguantarse, me denunció por lo de estos dos. Así él se libró.
Fueron a por mí y el resto ya lo sabes. Me avisó un amigo que tengo en la comisaria y me dio tiempo de preparar todo antes de que me cogieran.
Quiero que mates a ese cabrón y quiero que sepa quien lo ha ordenado.
Adiós Rodolfo, siento pedírtelo, pero tú eres el único en quien confío.
Tu amigo Manuel “El Último”
Dejó los papeles encima de la mesa y se volvió hacia Rosi.
—Bien —dijo mientras revisaba el arma que había sacado de la americana— ¿Dónde puedo localizar a Peluco?
Esta entada se vuelve a subir por cambio en el programa web. Su primera edición fue: 28 de febrero de 2022