Pintura representando el infierno de Dante

Al Pulitzer por el Demonio

Separatión

«Nunca creí que esto me pudiera pasar, pero he tenido suerte y he conseguido una entrevista con Hades, el jefe del inframundo. Bueno, nosotros lo conocemos como Lucifer, Satanás o más coloquialmente, como el Demonio o Diablo. No importa el nombre, al final todos son lo mismo.

Después de múltiples escritos, correos electrónicos, mensajes de WhatsApp y una videoconferencia, con la asesora de imagen del infierno, había conseguido que me autorizaran una entrevista con el demonio. Últimamente, se estaban esforzando en lavar la imagen del infierno y las campañas publicitarias eran impecables. Habían contratado nada más y nada menos que a Now you can, la agencia de más renombre en este momento».

Esos pensamientos rondaban la cabeza de Joana. Había sido difícil conseguir ponerse de acuerdo, sobre dónde iba a tener lugar la entrevista. Él quería que bajara a sus dominios, pero ella se había negado, prefería un sitio más neutral. Así que, al final, iba a tener lugar en las Maldivas y a Joana le había parecido bien. Era un sitio maravilloso y su jefe pagaba el viaje.

Por cierto, Joana trabajaba como reportera en la revista «Inout» y si todo salía bien, puede que esta entrevista le valiera el Pulitzer.

Estaba en la barra del bar, en la piscina del hotel donde habían quedado, cuando vio acercarse hacia ella un hombre alto y delgado, con el pelo y la barba negro azabache y los dientes perfectos de un blanco impoluto. La cara y los brazos tostados por el sol y una piel tersa y luminosa. Vestía pantalón vaquero, camisa blanca de manga corta y unas esparteñas azules. Se quedó impactada, no se esperaba algo así.

Se acercó a ella con una bonita sonrisa en los labios.

—Hola, tú debes de ser Joana, ¿no?—mientras decía esto, acercó su cara a la de ella para darle un beso.

Joana estaba paralizada. Había pensado como sería el encuentro, pero no se lo había imaginado así, ni de coña.

Cuando consiguió reaccionar, acercó ella también la cara a la de él y se besaron.

—Tú debes ser… ¿Cómo debo llamarte?, no lo tengo claro.

—Mi nombre no podrías pronunciarlo, así que lo dejaremos en Natán, es más sencillo y siempre me ha gustado. De hecho, cuando vengo aquí a la tierra, es el que uso.

—Pero ¿es que vienes con asiduidad a la tierra? —preguntó Joana.

—No mucho, estoy desbordado de trabajo y salvo excepciones, delego en mis directores de área.

Joana estaba que no daba crédito a lo que oía. No sabía casi nada sobre el infierno, salvo por algunos pasajes de la Biblia, aunque eso lo entendía como totalmente imaginado, no real.

—Si te parece, creo que deberíamos ir a comer —dijo Natán— me han dicho los del restaurante que tienen un cerdo asándose, desde anoche, y lo van a sacar ahora. Por lo que sé es un plato único, creo que merece la pena que lo probemos.

Joana, alelada, se agarró del brazo que Natán le tendió y juntos se alejaron de la piscina, camino al restaurante.

Mientras esperaban la comida, él pidió unos Bloody Mary. Le habían pasado un amplio dosier de Joana y sabía que le gustaba esa bebida.

—A ver Natán, en ciertos círculos, se ha corrido la noticia de que tus campañas de lavado de imagen te están haciendo ganar muchos adeptos. Es más, hay cada vez más grupos y colectivos que se decantan por tus propuestas. ¿A qué crees tú que se debe ese cambio tan drástico de opinión?

—No hay que hacer caso de las falsas noticias que, sobre mí, se están publicando. Esas campañas están promovidas ¨por el de arriba¨ , se está quedando sin gente. Por lo demás, sí que procuramos que haya atractivo en nuestras propuestas, de hecho mucha gente se está apuntando debido a los incentivos que doy.

—Para mí, hasta ahora, los malos se iban contigo y los buenos se iban arriba.

—No es tan simple, pero entre él y yo hay un cierto pique que viene de lejos. Él trata de quitarme adeptos y yo a él, pero hay algo que nos diferencia. Yo he sabido adaptarme mejor a los tiempos, a los nuevos medios de comunicación y mis ofertas son más tentadoras que las suyas.

—No me queda muy claro, explícalo mejor.

—Verás, yo les ofrezco a mis clientes una serie de mejoras en esta vida, a cambio de venirse conmigo cuando mueran. Para ello, firmamos un contrato donde se especifica todo. Las mejoras que ofrezco no son iguales para todos. No es lo mismo un tío normal, que un rico que solo piensa en el dinero, o un gobernante corrupto que no le importa venderme su alma, para conseguirlo todo sin pensar en nada más. Estos últimos me encantan, se sienten poderosos en esta vida y luego yo hago que el infierno, que dibujo Dante, dé risa.

En ese momento sonó el teléfono de Natán. Mientras escuchaba una sonrisa iluminó su cara, cuando terminó de hablar se volvió hacia Joana.

—Lo siento, lamento tener que dejarte ahora. Si me esperas un par de días vuelvo y terminamos la entrevista. Tengo que irme ahora. Una persona, a la que llevo esperando muchos años, me dicen que está llamando a mi puerta. Pasado mañana nos vemos, disfruta de estas maravillosas playas.

«Bueno, ya estamos otra vez. Otro que cuando tiene que cumplir su parte del contrato, quiere echarse atrás. Ahora que le toca pagar todos son excusas. Yo no sabía, han sido los demás, yo no quería, me he visto obligado, yo, yo, yo…

¿Qué pueden esperar si pactan el Diablo, no pagar?»