Moneda de Joao II Rei de Portugal 1481,

Antepasados

Simao, era vigía en la carabela Sao Cristovao. Salieron dos carabelas de Lisboa en Julio de 1487 para buscar una posible ruta a las indias.

Después de un viaje de varios meses llegaron al Cabo de las Tormentas y un golpe de mar le tiró por la borda, nadie se dio cuenta.

Me llamó Joao Camoes y soy Portugués. He venido con una expedición de Neerlandeses para intentar dedicarme al cultivo de la tierra en esta zona del sur de África.

Corría el año 1688, cuando atracamos en El Cabo. La situación era caótica, todos buscaba una salida para su vida y querían asentarse en un trozo de tierra.

Compré una carreta y unos bueyes. Me junte con otras tres familias más, que como yo, intentaban buscar un sitio para establecerse. Había hablado con ellas y habíamos congeniado, en total éramos 23 personas.

Con un poco de Portugués que alguno sabía y algo de Flamenco, que por haber estado varios años de marinero llevando lana de España a Flandes yo recordaba, fue suficiente para entendernos.

Nos adentramos en el país, yendo siempre al norte. Después de tres meses de travesía, en la que no nos cruzamos prácticamente con nadie, llegamos a un valle rodeado de montañas. Un gran río recorría el lugar, de este a oeste, la tierra era fértil y la vegetación exuberante.

Hablamos con nuestro guía, un Khiosan algo mayor, que se había incorporado a nuestro grupo por el camino. Se había librado de las múltiples masacres que sobre su pueblo, el verdadero dueño de aquella tierra desde hacía siglos, habían cometido los colonos blancos.

Por alguna extraña razón que no llegaba a entender pareció hacer buenas migas conmigo, quizás, por que yo estaba solo igual que él o por la facilidad que supuso entendernos. Sorprendentemente sabía algo de Portugués.

Nos pareció que aquel valle hacía mucho tiempo que nadie lo habitaba. Nuestro guía nos comentó que cuando era joven, él y su familia venían a este lugar a pastar con el ganado, aunque nunca se establecieron de manera permanente.

Pensamos que podía ser buen lugar para asentarnos, cultivar la tierra y criar ganado.

Cada uno eligió una parcela para vivir y como buenos vecinos nos repartimos la tierra. Siguiendo las indicaciones de Ikoi, así llamo yo a nuestro guia ante la imposibilidad de pronunciar su nombre, he cogido una parcela al fondo del valle aguas arriba, en una pequeña loma a cuyas espaldas hay un gran bosque. En dicha loma, a cuyos pies hay unos grandes prados, construiré mi casa.

Ikoi estaba demostrando ser un buen compañero. Yo por mi parte le ofrecí que se quedara conmigo y accedió. Debo reconocer que a pesar de juntarnos con los demás con mucha frecuencia, en el día a día su presencia era una bendición.

Trabajábamos de sol a sol y poco a poco levantamos una rudimentaria vivienda, un establo y un cercado para el ganado. Por las noches nos sentábamos a charlar junto al fuego.

En esas charlas aprendí cosas de la vida de mi compañero, supe que había nacido mucho más al norte. Su familia era nómada e iban con el ganado de un lugar a otro buscando pastos. Hace unos años, un verano que por culpa de la sequía bajaron más al sur de lo habitual, fueron asaltados por unos colonos que mataron a toda su familia. Él quedó mal herido y lo dieron por muerto. A partir de ahí logró salir adelante como peón donde le daban trabajo.

Yo le conté como era mi vida en mi tierra, mis años de marinero y me interesé por saber como había aprendido a hablar mi idioma.

—Mira Joao, —me dijo Ikoi— esto que te voy a contar sucedió hace muchísimos años. Ha pasado de boca en boca de padre a hijos y en mi caso, me lo contó mi abuelo, mi padre murió cuando yo era pequeño. Por aquel entonces mi pueblo vivía mas al sur, en la costa. Un día que estaban pescando, vieron en la playa el cuerpo de un hombre. Al acercarse y ver que estaba vivo lo llevaron a su aldea.

Lo cuidaron y pasados unos días pudo levantarse. Fue entonces cuando por primera vez oyeron hablar en portugués. Al principio nadie lo entendía pero con el tiempo lograron comunicarse. El naufrago se fue ganando su sitio en la comunidad. Sabía manejar bien las barcas y les enseñó otras formas de pescar. Era muy habilidoso y con el tiempo se adaptó plenamente a ellos y ellos a él.

Se juntó con una mujer de la tribu y tuvieron muchos hijos a los que enseñó a hablar su idioma.

Se llamaba Simao y había sido muchas cosas en la vida, pero todo relacionado con el mar. Lo último fue, intentar para la Corona de Portugal, encontrar un nuevo camino hasta las Indias. En el Cabo de las Tormentas calló de su nave durante una terrible tempestad.

En el nombre de su Rey, había cometido muchas atrocidades en su vida y decidió redimirse con nosotros.

Esa es la razón por la que yo hablo tu lengua y he podido contarte todo esto.

De una pequeña bolsa que siempre llevaba colgada en el cuello sacó una moneda. Ha pasado de generación en generación siempre heredada por el primogénito. Yo desciendo de él.

Me dio la moneda. En ella se podía leer, Joao II Rei de Portugal 1481,

Esta entada se vuelve a subir por cambio en el programa web. Su primera edición fue: 6 de junio de 2021