Calor y frio en Laponia

Parte V Conociéndose

A Märja, como había dicho Davvit, el que invitara a Shannia a pasar la noche, le encantó. Dejó a su hijo descargando los bultos y ella la acompañó a la habitación donde iba a dormir.
—Ahora, si quieres, toma un baño y nos vemos luego en la cocina, o si lo prefieres, preparo la sauna.
—Creo que el baño está bien. Hoy ha sido un día movido y me relajará pasar un rato en el agua.

Mientras ella se instalaba, Davvit le contó a su madre lo que les había pasado con el lobo.
Él le relató cómo lo estaba siguiendo y cómo lo cazó en el momento en que este se abalanzaba sobre Shannia. Luego, había decidido acompañarla en sus visitas y, al hacerse de noche, la había invitado a casa

—Me parece bien que la hayas invitado, necesitas conocer gente de tu edad, salir de la granja, de vez en cuando, y entretenerte; hay tiempo para todo y, desde luego, que hagas amistad con la doctora sería un buen comienzo.
—Mamá, ella es de ciudad. Yo, a pesar de haber estudiado y vivido fuera de aquí, tengo ese tufillo a pastor de renos. Seguro que ni se ha fijado en mí, para ella solo soy el que la ha salvado del lobo.
—Hijo, lo que tienes de listo para unas cosas, lo tienes de tonto para otras; he visto cómo te mira y yo diría que le gustas. Ahora dúchate, ponte guapo y preparas la mesa.

Cenaron sopa de salmón, reno guisado y tarta de moras. Para Shannia todo estaba delicioso.
—El secreto de la sopa y el reno está en las hierbas que utilizo —dijo Märja—. En mi familia la receta pasa de generación en generación.

Cuando terminaron de cenar, Davvit y Shannia fueron a tomar el café junto al fuego. Estuvieron charlando hasta media noche. Para cuando se fueron a la cama, ya sabían qué películas, música y libros les gustaban. Shannia sabía que Aleksis Kivi, escritor de «Siete hermanos», era el preferido de él; y Davvit que Inger-Mari Aikio, la poeta autora de «El sol bebe nata», era la que le gustaba a ella.

Mientras intentaba dormirse, Shannia, repasó los acontecimientos del día. Desde luego había sido una experiencia muy fuerte lo del lobo. Le debía la vida a Davvit, había estado a punto de morir, pero buscando lo bueno de todo ello, le había servido para conocerlo. Además, era guapo, majo y le había caído fenomenal.

Dos meses más tarde, Shannia comenzó a visitar a los pastores nómadas que, con sus rebaños, venían desde el sur y el oeste buscando los pastos de verano. En ese tiempo, Davvit y ella habían coincidido en varias ocasiones; en la última, él le había propuesto verse con más asiduidad y salir juntos. Ella aceptó encantada, estaba deseando que él se lo pidiera.

En las dos siguientes visitas a los asentamientos nómadas, al oeste de la reserva de Kevo, Davvit la acompañó. A pesar de que iba para trabajar, al terminar el día, él la esperaba para cenar; luego charlaban tranquilamente en la puerta de la cabaña, bajo un cielo limpio y claro, hasta que el sueño se apoderaba de ellos. Fueron unos días maravillosos.

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