Carta en tiempos de guerra
A las afueras de Leningrado 10 de septiembre de 1942
Hola María, espero que al recibo de la presente te encuentres bien y con buena salud.
Tengo muchas cosas que contarte, pero ante todo decirte que me acuerdo de ti todos los días. Aguanto todo esto con la esperanza de que algún día, podamos volver a estar juntos.
Yo estoy bien, aunque he adelgazado un poco. Por lo demás sigo vivo y con un deseo enorme de abrazarte.
Desde que me visitaste en la cárcel de Murcia hace dos años, me han pasado un montón de cosas de las que supongo no sabrás nada. En el consejo de guerra, me declararon culpable. ¿Como explicarles a ellos los motivos de haberles combatido? ¿Como explicarles las maldades que en el pueblo se habían cometido antes del 31? Lo mío no era nada político, solo de justicia. Las referencias que pidieron al cura y al jefe de la Falange del pueblo fueron determinantes. Mi hoja de servicio con cuarenta y tres muertes reconocidas, como tirador, tampoco ayudaron. Directamente me condenaron a trabajos forzados. Todavía hoy me pregunto porque no me fusilaron. Me trasladaron y sé que nadie te informó de ello.
No quiero contarte lo que pasé el siguiente año, solo decirte que debería de haber muerto por lo menos media docena de veces. Pero parece ser que no había llegado mi hora.
No puedo ni imaginarme lo que habrá supuesto para ti estos años, sin saber nada de mí. Siento no haberlo podido evitar. No nos dejaron, ni nos dejan, mandar cartas.
A inicios del 41 me dijeron que necesitaban tiradores para el frente ruso. Si aceptaba ir, me concedían el indulto, si volvía vivo me dejarían hacer una vida normal y volver al pueblo. No era mi idea pasar de nuevo por ese horror, pero allí tenía una oportunidad de volver y poder verte. En la cárcel ninguna. Acepté.
Junto con algunos más, que estaban en una situación parecida a la mía, nos trasladaron directamente a primera línea. Menos mal que no nos hicieron pasar por lo del Juramento al Führer, como a los demás. No tengo claro que habría hecho.
Nos integraron en una compañía cerca de Novgorod. Estábamos apartados del resto, no nos dejaron al principio mezclarnos. Igual tenían miedo de que les contamináramos con ideas comunistas.
Es de risa, no habían entendido nada. Me recordaba cuando comencé a dar clase en el 31. Ese empeño de algunos padres en separar a sus hijos de, como decían ellos, malas influencias.
Hasta la fecha he tenido suerte y aunque nos hemos visto en situaciones apuradas, hemos salido bien de ellas. Ahora vamos a tomar Leningrado y las cosas están muy mal. El frío comienza a dejarse sentir, el invierno pasado muchos murieron por su causa.
Como te he dicho antes no nos dejan escribir cartas, estamos marcados. Pero hace unos días supe que, uno al que llamamos el Largo iba a ser repatriado a España. Había sido herido por una granada y perdido una mano. Lo mandaban para casa. No sé lo que tardará, pero espero que al final pueda hacerte llegar esta carta. Tengo confianza en él, hemos estado juntos en situaciones apuradas y nos hemos cogido aprecio. Por eso me fío de mandarla.
No sé si podré volver a escribirte, ten siempre presente que te quiero con todo mi corazón. Me gustaría decirte otras cosas, pero me da vergüenza ponerlas por escrito. Prefiero esperar a que estemos juntos y decírtelas mirándote a los ojos, agarrados de las manos.
Si Dios existe, aunque cada día tengo más claro que de existir pararía esta guerra y no lo hace, espero que me ayude a sobrevivir para poder volver a verte.
Tuyo para siempre.
José.
Esta entada se vuelve a subir por cambio en el programa web. Su primera edición fue: 18 de febrero de 2022