El bosque en pie de guerra

El gran tejo, el árbol más antiguo del bosque, llevaba mucho tiempo meditando sobre las noticias que todos los días le llegaban. No era un árbol dado a tomar decisiones rápidas. El era de meditar y madurar mucho cualquier cosa que hacía.

El bosque estaba siendo talado. Si estabas en silencio, se podía oír el ruido de las sierras cortando árboles, el ruido era infernal y no paraba. Era un continuo zumbido, acompañado de los golpes secos al caer los grandes ejemplares. Las máquinas arrastrándolos y el rugido de los camiones, que cargados hasta arriba iban renqueando por las difíciles pistas. Llenaban todo de olor a gasoil y aceite quemado.

De continuar así, en poco tiempo del hermoso bosque no quedaría nada. Olmos, castaños, robles, arces, pinos y una larga lista de otros árboles y arbustos. Sin menospreciar a setas, líquenes y una larga serie de animales tenían los días contados.

Los vientos estaban consternados no tendrían un lugar donde parar y esconderse para coger fuerzas. Si el bosque no estaba ellos pasarían de largo y no podrían cumplir su misión. Necesitaban árboles y arbustos que mover, semillas y esporas que diseminar. Si no quedaba nada ¿adonde iban a ir ellos?

Las nubes también mostraron su preocupación por las noticias que les llegaban. Ellas si no había árboles ni vida no se podían fijar, no tendrían donde coger humedad para formarse. Con el tiempo desaparecerían y con ellas el agua; el viento secaría todo y la vida desaparecería. Aquello pasaría de ser un precioso lugar a un desierto inhóspito y estéril.

El gran tejo después de meditarlo mucho, llamó a los representantes de los seres que habitaban el bosque. En ese concejo de espíritus se debía de decidir lo que había que hacer para detener ese desastre que les había caído encima.

—Acabemos con los hombres, así dejaran de dañarnos —decían las hiedras y otras plantas trepadoras—. Los envolvemos entre todas y morirán asfixiados.

—Y porqué no acordamos con las nubes que llueva sin cesar, así no podrán trabajar y se cansaran y se irán —decían otros.

En aquella exposición de ideas se oyó de todo, matar, ahogar, romper, triturar, destrozar, pero que tuviera cierto sentido, poco. Después de muchas horas el gran tejo vio que estaban como al principio. Y lo más lamentable de todo es que, el que más perdía con la desaparición del bosque eran los humanos, pero al parecer eran los que menos se preocupaban de ello. Bueno salvo unos que se encadenaron hace un tiempo a los árboles, para impedir que los talaran, nadie más había movido un dedo para arreglar el problema.

—Puedo hablar — se oyó que una voz con el tono de las finas campanillas al moverse al viento.

Todos miraban para todos los lados y nadie sabía quien había hablado.

—Aquí abajo, en el suelo soy yo una seta.

Todos se apartaron por miedo a pisarla sin querer. Dejaron despejada una zona y allí estaba una seta con un brillante e intenso color rojo y motas blancas.

Algunos se echaron a reír. Que tendría que decir una minúscula seta sobre como solucionar aquello si los grandes árboles no sabían que hacer. Que iba a saber tan pequeño ser.

—Habla seta le dijo el gran tejo, tienes el mismo derecho que todos a decir lo que piensas y porque no, puede que hasta tengas la solución.

—No podemos hacer nada de las burradas que habéis propuesto porque son eso burradas y no iban a solucionar el problema, —dijo la seta— pero si todos juntamos nuestras fuerzas podemos quizás hacer algo que nos arregle por mucho tiempo esta situación.

La seta con su su voz suave de campanillas al viento, fue desgranado el plan que proponía para intentar salvar el bosque.

Al principio se veían muchas cara raras , pero conforme fue hablando las caras fueron cambiando y al final todos estaban de acuerdo que podía funcionar.

El gran tejo viendo que todos por unanimidad aprobaban el plan dio por terminada la reunión y quedaron quienes comenzarían a prepararlo todo. En menos de media luna debería de estar todo listo.

—¡Cuantos han caído hoy? —el que así hablaba era Martín el capataz de la empresa maderera que estaba talando el bosque— con diez operarios enfermos al día no podemos seguir. El jefe está que trina y amenaza con despedirnos por incompetentes.

—En las dos últimas semanas más de media plantilla entre chóferes y leñadores han faltado. Además tengo muchos problemas para encontrar gente —decía el encargado de la zona— a este paso tendremos que parar.

La explicación a todo esto estaba en la solución que la modesta seta había propuesto. Ayudados por todos los animales del bosque, fueron sacando esporas de diversas variedades de setas, las unieron a restos troceados de diversas plantas. Después de triturarlo y machacarlo sacaron un polvo que debidamente movido por los vientos fue impregnado a todos los que trabajaban allí.

Uno a uno al principio y luego en bloque fueron cayendo enfermos, en dos semanas nadie trabajaba. Los jefes estaban histéricos. Trajeron gente de otros sitios y a los pocos días todos estaban enfermos. Vinieron expertos que analizaron el agua, la comida, las casas y no encontraron nada que les diera una pista sobre lo que pasaba.

Los vientos y la lluvia que estaban bien aleccionadas, no dejaban rastro del polvo que pudiera quedar. Así que los expertos no pudieron averiguar donde estaba el problema.

Lo volvieron a intentar cuatro luna más tarde y en unos días volvían a estar todo el mundo malo. Al final las autoridades obligaron a la compañía a cerrar la explotación e irse a otro sitio.

Los habitantes del bosque estaba muy contentos, se dieron cuenta que con la ayuda de todos y gracias a la idea de la pequeña seta habían podido salvar su hogar. En la fiesta que hubo cada uno a su manera celebro ese triunfo.

El gran tejo lo dijo bien claro para que todos lo oyeran.

—El esfuerzo conjunto de todos y el haber sabido escuchar hasta el más pequeño de los seres que estamos aquí, ha hecho posible esto. No lo olvidéis nunca.

Esta entada se vuelve a subir por cambio en el programa web. Su primera edición fue: 7 de enero de 2022