El destino de Ulises Zambrana
A Ulises Zambrana no le gustaba que le recordaran lo mayor que se iba haciendo. Era un viejo solitario y gruñón que vivía acompañado de su perro Lucio, en una casa a las afueras del pueblo.
Todos los días a las ocho lo veías salir por el camino de abajo, en dirección a las ruinas del viejo convento del Cister que había a las afueras. Lucio siempre a su lado, trotaba con la cabeza alta y tieso como su amo. Eso siempre me llamó la atención.
Tenía un pequeño huerto al que le dedicaba todo el cuidado del mundo y muchas horas. Era su ocupación principal.
Hacía varios años que murió su mujer y no tenía hijos, de hecho no creo que tuviera familia.
Había sido capitán de la Marina Mercante y parte de su vida se la pasó en el mar.
Hace unos años le jubilaron anticipadamente por algo relacionado con el corazón y desde entonces nunca salió del pueblo.
Junto a su mujer llevaba una vida tranquila. Ana que así se llamaba ella, era una andaluza pequeña, menuda y con mucho salero. Tenía un genio vivo pero junto a Ulises era como si se diluyera.
Él era tranquilo y sereno, sobrio en casi todo. Solo cuando Ana lo dejo, cambió y se volvió el gruñón que ahora es.
Era metódico, se podía saber la hora siguiéndolo. Tenía sus rutinas que rara vez cambiaba.
En los últimos tiempos se le había metido en la cabeza, no sin cierta razón, que se debía de poner en los bajos del Ayuntamiento unos buzones, para la correspondencia de los vecinos que vivían en medio del monte, para así facilitar la entrega del correo. En ello andaba.
Anteriormente consiguió que se pusiera alumbrado en el viejo camino del molino, que por no estar dentro del casco urbano, estaba mal iluminado. Lo cierto es que la gente paseaba por ahí y se agradecía la luz, sobre todo en verano ya que muchos iban al molino por la noche los día de calor, a bañarse en la poza.
Cuando lo pensabas veías que a pesar de lo cascarrabias que era, miraba por los demás en detalles como los mencionados y otros muchos, que a lo largo del tiempo había tenido.
De alguna forma el que mas y el que menos apreciaba al Capitán, que así lo llamaban aunque a él no le gustaba.
Lo que peor llevaba eran las fiestas, no era muy amigo del ruido y los bailes. En esas fechas se le veía poco y a pesar de que todo el mundo le invitaba a las bodegas y a las comidas, rara vez conseguían que fuera.
Antes cuando vivía su mujer era diferente. A ella le gustaba la música, el baile y quizá mas por ella, él iba a todos los lados.
Cuando Matías el alguacil calló enfermo, Ulises se hizo cargo del reloj de la torre. Era muy habilidoso y ya en diversas ocasiones lo había reparado. Matías le dio a Ulises las llaves del campanario, pero no le advirtió de los problemas que los dos últimos peldaños de la torre tenían, él se había acostumbrado a pisar a un lado. Cuando se pisaban como es normal, en el centro, al ir a poner el pie en el último peldaño el anterior se inclinaba, si no estabas en ello te caías hacia atrás.
Ese día Ulises decidió subir para ver como estaba el reloj. Era meticuloso y quería comprobar que todo estaba como debía. Fue subiendo poco a poco, al ritmo que los años le imponían. Piso el penúltimo escalón y hecho el pie al último. El ladrido de Lucio se escuchó en todo el pueblo.
Esta entada se vuelve a subir por cambio en el programa web. Su primera edición fue: 22 de junio de 2021