El sueño americano…

Final

Las siguientes semanas fueron agotadoras. Además del trabajo normal, teníamos que poner en marcha lo acordado con los colombianos. Estos no parecían fiarse y siempre había varios de ellos, vigilando el proceso.

Durante ese tiempo Guadalupe y Roberto mantuvieron largas conversaciones, y aunque a ninguno de los dos les agradaba la situación, lo bueno es que se habían conocido.

Una noche que salieron a cenar, Roberto aprovechó para decirle que la quería. Sabían que no era una situación normal, pero merecía la pena luchar por lo que sentían.

Los papeles de Martina proporcionaron buena información sobre los negocios de Manuel. Teniendo en cuenta las pruebas que logró recopilar, no es de extrañar que en algún momento la pillaran. Probablemente, esa fuera su perdición. El caso es que una vez recopilado todo y con los datos que, estas últimas semanas, había proporcionado Guadalupe, decidieron que era el momento de actuar.

Se prepararon redadas conjuntas en cinco estados a cargo del FBI y la DEA. Se entraría en todos los centros logísticos y comercios legales de distribución. Todo coordinado para el mismo día y hora.

Roberto les advirtió a Guadalupe y Dolores que el próximo jueves, a media tarde, entrarían en las instalaciones donde ellas estaban. A la unidad que iba a su trabajo, le habían proporcionado sus fotos. Debían llevar puesto algo rojo, para que cuando empezara el jaleo las pudieran localizar rápidamente. Si todo salía bien, el almacén de logística no les daría problemas. Otra cosa sería los colombianos, seguro que no se iban a dejar coger sin disparar.

La noche anterior, tanto Guadalupe como Dolores no habían pegado ojo. Roberto se había despedido de ellas esa tarde. Ya no las iba a volver a ver hasta que todo hubiera pasado.

La mañana del jueves transcurrió con normalidad, aunque tenían los nervios a flor de piel. Pararon para comer y los colombianos parecieron relajarse un poco.

Cuando estaban terminando, se escuchó un fuerte ruido. Unos segundos después, la puerta de acceso a la nave, que siempre estaba cerrada, saltó por los aires. En ese momento ellas se pusieron unos pañuelos rojos y se escondieron en la oficina. Luego se desató el caos. Los colombianos comenzaron a disparar. Todo fue rápido, la escaramuza duró apenas unos minutos.

Cuando se disiparon los gases, se pudo apreciar la situación. Todos los colombianos abatidos y cinco mujeres y tres policías heridos. Roberto cuando entró, buscó con la mirada el color rojo y lo que vio le dejó paralizado. Dolores, llorando y llena de sangre, presionaba con su pañuelo el pecho de Guadalupe.

La mayoría de las televisiones nacionales, en las noticias de la noche, se hicieron eco de la importante redada. La cantidad de droga incautada y el número de personas detenidas, daba una idea de su magnitud. Según el fiscal general, era la mayor incautación de los últimos años.

Dos días más tarde, en los noticiarios locales de Charlotte, aún coleaba la noticia conforme se iba conociendo nuevas informaciones:

«Dos de las trabajadoras, heridas cuando se produjo el asalto al almacén de logística, cercano al aeropuerto, han fallecido. Eran dos personas que estaban en el país de forma irregular. Los médicos han hecho todo lo posible para salvar sus vidas, pero no ha sido posible».

En el cementerio, debajo de un gran olmo, Roberto y un sacerdote amigo suyo, rezaban una oración junto a las tumbas de las dos mujeres.

Unas sencillas lápidas señalaban el lugar. En ellas solo figuraban sus nombres, Guadalupe y Dolores.

Tres años más tarde:

Parker, condado de La Paz, en el suroeste de Arizona.

Un hombre alto, con el uniforme de sheriff, sale de la oficina postal. Son las nueve de la mañana. Mientras mira a un lado y otro de la calle, se pasa la mano por el pelo rubio ceniza, mientras se coloca el sombrero y las gafas oscuras. El sol, ya a esas horas, no perdona.

Hacia él se acerca un hombre.

—Hola Roberto —dice este al sheriff— espero que Diego esté ya bien, me han dicho que tuviste que llevarlo ayer al hospital. Dolores habló con tu mujer y ella se lo comentó. También hablaron de la fiesta de cumpleaños de Diego.

—No ha sido nada, un par de puntos. Por cierto, me ha pedido Guadalupe que te diga, espera que te lo digo textualmente, «Emiliano te espero en el cumpleaños de Diego, no hay excusas, me ha dicho Dolores que no tienes trabajo este fin de semana» Si no quieres tener problemas con ella, mejor que vayas. Se ha esforzado mucho preparando la fiesta. Ten en cuenta que es la primera vez que pueden venir sus padres. He conseguido unos visados especiales para que estén una temporada con nosotros. Desde que la vieron en el hospital, cuando creíamos que se moría, no han vuelto a estar juntos y quieren conocer a su nieto.