Embajadoras de la salud mental

En África occidental, las peluqueras te echan una mano si necesitas terapia

Togo es uno de los países con mayores índices de suicidio en el mundo y menor inversión en salud mental. Una iniciativa capacita a estilistas para brindar soporte emocional a las clientas.

Un día, el año pasado, Joseline de Lima deambulaba por las polvorientas callejuelas de su vecindario de clase trabajadora en la capital de Togo cuando un pensamiento perturbador pasó por su mente: ¿Quién cuidaría de sus dos hijos si su depresión empeoraba y ella ya no estaba presente para velar por ellos?

De Lima, una madre soltera que estaba en duelo debido al reciente fallecimiento de su hermano y había perdido su trabajo en una pastelería, sabía que necesitaba ayuda, pero la terapia no era una opción. “Es demasiado formal y costosa”, recordó haber pensado.

No obstante, la ayuda llegó de una consejera inesperada: la peluquera de De Lima, quien había notado sus caminatas sin rumbo por el vecindario y le proporcionó un espacio seguro para compartir sus inquietudes entre las pelucas de cabello ondulado que colgaban de coloridas repisas bajo las luces neón de su salón de belleza en Lomé, la capital de Togo.

La estilista, Tele da Silveira, es una de las casi 150 mujeres que han recibido capacitación en salud mental en ciudades de África Central y Occidental de parte de una organización sin fines de lucro con el fin de cubrir una carencia vital: proporcionar atención de salud mental en una de las regiones más pobres del mundo, donde la terapia sigue siendo casi inaccesible, ya no digamos aceptada.

Da Silveira comenzó con preguntas amables y palabras de aliento mientras trenzaba o secaba el cabello entrecano a De Lima. A continuación, la escuchó con mayor atención y luego le sugirió probar estilos nuevos de trenzado y dar caminatas hasta una laguna cercana, lo cual De Lima describió como “terapia salvadora”.

“En este mundo las personas necesitan atención”, afirmó Da Silveira. “Necesitan hablar”.

Togo y muchos otros países africanos enfrentan una necesidad urgente de más y mejores terapias para la salud mental: la Organización Mundial de la Salud  (OMS) clasifica a esta región de África como la de mayores índices de suicidio en el mundo y una de las que menos invierte en salud mental. La zona tiene un promedio de 1,6 trabajadores de la salud mental por cada 100.000 personas, mientras que el promedio global es de 13, según la OMS.

Las crisis de salud mental se exacerban debido a los conflictos violentos en pa・ses como Sudán, Somalia, la República del Congo, Etiopía y la región del Sahel; al creciente consumo de drogas en muchas ciudades grandes; al desempleo juvenil generalizado; al desplazamiento por los efectos extremos del cambio climático y la  inflación en alza.

En Togo, un pequeño país costero en el golfo de Guinea, hay muy poca conciencia respecto a las terapias de salud mental, ya sea en la capital o en sus poblados en el norte montañoso. El país tiene únicamente cinco psiquiatras para atender a más de 8 millones de habitantes. Las familias que necesitan atención para un pariente que padece problemas de salud mental graves con frecuencia recurren a remedios tradicionales o al aislamiento forzoso, además de  internar a algunos familiares con esquizofrenia  en instituciones religiosas o sanatorios.

“Muchas de las personas que vienen a vernos lo hacen como último recurso, después de haber sido despojados de su dinero por curanderos tradicionales y estafadores”, dijo Daméga Wouenkourama, uno de los cinco psiquiatras de Togo. “La salud mental sigue siendo un concepto extraño para la mayoría de la gente, incluidos nuestros dirigentes y nuestros colegas médicos”.

Para hacer frente a lo que la OMS ha descrito como un ・déficit de atención a la salud mental・ en los países en desarrollo, las asociaciones locales sin fines de lucro y las organizaciones internacionales que operan en África están capacitando a personal de enfermería, médicos generales, e  incluso abuelas, en la detección de problemas de salud mental, desde los primeros síntomas de depresión hasta el trastorno de estrés postraumático.

Lomé, capital de Togo. El país solo cuenta con cinco psiquiatras para más de ocho millones de habitantes.

En África Occidental y Central, las peluqueras han sido las reclutas más recientes en unirse a esta lucha. Desde hace tiempo, las organizaciones sin fines de lucro y los grupos comunitarios utilizan a las peluquerías como espacios para sensibilizar a clientes y aprendices respecto a  temas como la salud reproductiva. Las visitas a las peluquerías son baratas (a veces los servicios cuestan solo 2 dólares) y son un lugar de encuentro muy apreciado por las mujeres.

Los profesionales de la salud mental ahora imparten a las estilistas tres días de formación en los que aprenden a hacer preguntas abiertas, a detectar síntomas no verbales de angustia como dolores de cabeza o ropa descuidada y, sobre todo, a no propagar chismes ni dar consejos perjudiciales.

En entrevistas, media decena de peluqueras afirmaron que, cuando las clientas van a que les deshagan las trenzas del pelo o a ponerse extensiones, muchas comparten sus problemas económicos o el dolor emocional por la pérdida de algún ser querido; sin embargo, lo más frecuente es que las clientas hablen de “problemas de la casa”, un eufemismo para referirse a la violencia doméstica.

“Las clientas vienen y lloran delante de nosotras; nos enteramos de todo”, explicó Adama Adaku, una peluquera alegre, de amplia sonrisa y trenzas de estambre rojo, que participó en la capacitación sobre salud mental.

Esta capacitación está organizada por la Fundación  Bluemind, concebida por Marie-Alix de Putter, una empresaria francocamerunesa que se sometió durante años a tratamiento psiquiátrico después de que su marido, profesor y trabajador humanitario, fue asesinado en 2012 cuando vivían en Camerún. Su estilista estuvo a su lado en las horas posteriores a su muerte, relató De Putter en una entrevista en Lomé el mes pasado.

Cuando diseñó el programa en 2018, De Putter analizó en dónde pasaban tiempo las mujeres africanas. “La sociedad espera que sean hermosas y, con frecuencia, el cabello es lo primero”, dijo De Putter. Así que, “vamos a donde están las mujeres”.

Hasta ahora, unas 150 peluqueras han recibido el título honorario de “embajadora de la salud mental”, por parte de la organización de De Putter después de asistir a la formación en Lomé, Costa de Marfil y Camerún. Ghana, Ruanda y Senegal son los siguientes.

Como no son consejeras profesionales, las peluqueras suelen remitir a los clientes con problemas a terapeutas certificados. Pero la mayoría de las peluqueras dijeron que a sus clientes les parecía que la terapia era demasiado cara: una sesión puede costar al menos 15 dólares en un país donde más de una cuarta parte de la población vive con menos de 2,15 dólares al día y donde el acceso al seguro médico es desigual.

En la última década, varios países africanos se han comprometido a abordar mejor los trastornos mentales. El año pasado, el Ministerio de Salud de Uganda  informó que casi uno de cada tres ugandeses sufría problemas de salud mental. Países como  Sierra Leona  y  Ghana  han prometido sustituir los grilletes por tratamientos profesionales. La atenci・n a la salud mental suele quedar en ・ltimo lugar, o totalmente desatendida, como ocurre en muchos pa・ses en v・as de desarrollo.

Sonia Kanékatoua, una de los cinco psiquiatras de Togo y la única mujer.

Una mañana reciente, ella y otros tres psiquiatras de Togo viajaron a una zona rural a dos horas al norte de la capital para montar un consultorio de puertas abiertas que se instala dos veces al año. Escuchan a los pacientes en las consultas o bajo los altísimos árboles de mango del polvoriento patio. Durante horas, los psiquiatras recibieron a personas que sufrían depresión, estrés y adicciones, entre otros problemas.

De vuelta en Lomé, De Lima ahora acude un par de veces al mes al salón de belleza de Da Silveira, que queda a una cuadra de su casa. De Lima, de 54 años, ha seguido el consejo de su estilista de escuchar música religiosa (ambas son cristianas) y ha reanudado sus paseos relajantes hasta la laguna cercana, a la que antes no podía llegar por falta de energía. De Lima dijo que esperaba vender un terreno y destinar parte de las ganancias a su terapia, por recomendación de su peluquera.

“Ella vio algo en mí que yo no podía expresar”, señaló De Lima, vestida con un atuendo floreado mientras Da Silveira la peinaba.

Brindar esta especie de acompañamiento ha hecho mella en la salud mental de algunas de las estilistas, a pesar de que reciben terapia una vez al mes por cortesía de la Fundación Bluemind.

“Puedo escuchar y hablar un poco, pero llega un punto en el que ya no puedo ayudar más”, dijo Da Silveira una mañana, sentada a la puerta de su peluquería, y contó que había padecido depresión.

Unos cachorros jugaban a sus pies con un mechón de pelo postizo. Una clienta esperaba dentro. Con una sonrisa discreta, Da Silveira preguntó: “¿Por qué parece que todo el mundo tiene problemas de salud mental?”.

Por Elian Peltier a 3 de diciembre de 2023

© 2023 The New York Times Company