Los seguidores de nubes

El amanecer era frío. En el horizonte se comenzaba a percibir la claridad que antecede a la salida del sol. El viento todavía soplaba alborotado y helador. Hasta que el sol no se alzara por el horizonte, ese aire no pararía. Solo él, era capaz de aplacarlo con el peso de sus tórridos rayos. Luego, el bochorno.

Razman Tidiken, noble inmouchar (1) del Pueblo del Velo (1), envuelto en una piel de antílope miraba hacia el sur, subido a una alta duna que por el norte protegía su hogar. Cinco jaimas en un pequeño oasis, con un pozo de agua y unas palmeras en medio del desierto. Sin frontera clara entre Argelia, Mali y Níger.

Razman estaba reflexionando sobre la conveniencia o no de mover el campamento. Llevaban allí mucho tiempo, habían llegado buscando mejores pastos para el ganado. Acababa de tener un hijo. Thulic, su joven esposa, le había dado un hermoso y sano barón hace unos días.

A la muerte de su primera mujer, sin descendencia. Razman decidió desposar a Thulic, que era la hermana pequeña de su anterior mujer. Vivía con ellos, al quedarse huérfana, desde hacía algunos años.

Se sentía feliz, su campamento prosperaba y el ganado estaba sano. La última cosecha de grano había sido abundante, tres camellas acababan de parir y las cabras daban mucha leche.

Iba a descender de la duna hacia el oasis, cuando de forma inconsciente se movieron las aletas de su nariz. Hizo varias aspiraciones a la vez que se giraba.

Sí, estaba claro, notaba humedad. Afinando la vista pudo distinguir, con las primeras luces, unas nubes. No esas nubes blanquecinas, que de vez en cuando cruzaban por encima de sus cabezas. No, no eran esas blancas sobre el azul intenso. Esta era grande, muy grande y oscura, muy oscura.

Corriendo descendió de la duna y llamó a gritos a Hassan, un akli (2) que se ocupaba de cuidar el ganado y del avituallamiento.

—¡Prepara el camello blanco, dos gerbas llenas de agua, un poco de comida y mi rifle! Vamos a levantar el campamento. Yo me adelanto, voy a seguir a la nube grande que viene del oeste. Trae mucha agua, es una bendición de Alá que haya aparecido a estas alturas del año.

—Pero mi amo, nos va a costar algo de tiempo, llevamos mucho aquí y desmontar todo será laborioso.

—Hassan, está decidido, la nube va hacia el gran erg(3) de Huaila. Hace muchos años que no he visto una igual y no la voy a dejar pasar, por bien que estemos aquí. Al fin y al cabo somos hijos del viento, somos seguidores de nubes. Esta nos promete buenos pastos y poder sembrar en mejores condiciones que aquí. ¡Que me acompañen tus dos hijos mayores! ¡Tú, una vez desmontado el campamento, vas donde te he dicho! Cuando estéis en marcha, que se adelanten tres o cuatro personas para sembrar y preparar el nuevo campamento. Las nubes, como hembras que son, nos llevaran de aquí para allí hasta que quieran. Al final nos dejarán beber de ellas, somos sus fieles seguidores. Somos tuareg, somos los únicos que las entendemos.

Con el sol comenzando ya a calentar, Razman un noble inmouchar del Pueblo del Velo montado en su camello, encaró el inmenso desierto siguiendo la gran nube. En su mente se vio desnudo, encima de una gran duna, mientras la lluvia fría caía sobre su cuerpo. Esa era una experiencia indescriptible que hacía años no sentía.

(1) Noble, señor, entre los que nosotros llamamos Tuareg

(2) Akli, para los Tuareg, un siervo que vivía con ellos.

(3) Erg, región arenosa del desierto.

Esta entada se vuelve a subir por cambio en el programa web. Su primera edición fue: 1 de julio de 2022