Materia inerte
En Londres, aquel otoño de 1857, estaba resultando más lluvioso de lo habitual.
Llevábamos un mes y medio sin para de llover. Esa tarde, cuando me acercaba a la puerta del manicomio donde trabajaba como vigilante de noche, algo me decía que hoy no iba a ser como un día cualquiera.
El letrero que colgaba del arco de entrada, se meneaba produciendo un chirrido seco y prolongado. Las sombras, que en la pared dejaba mi cuerpo alumbrado por la farola de gas de la calle, se movían de manera rara como a saltos. Quizás fuera debido al titilar de la luz o a que algo siniestro iba a ocurrir.
Llevaba varios meses trabajando de vigilante, siempre en el turno de noche. Había oído historias que se contaban acerca del lugar, pero nunca les había prestado atención. Yo hacía mi trabajo y punto. Pero aquella noche no sé, algo extraño había en el ambiente. El vigilante jefe me informó que en el sótano se había instalado un laboratorio y un científico llevaba varios meses trabajando en él.
Era un seguidor de Andrew Crosse y como él, estaba empeñado en que se podía revivir la materia muerta. Tal y como pasaba en el libro de Mary Shelly “Frankenstein”, editado hace unos años y que había tenido una gran crítica. Me lo advertía para que no me asustase si oía ruidos raros o veía cosas extrañas. No debía meterme en nada, ni salir de mi garita. Tenía la autorización del director y eso era suficiente.
Le dije que podía estar tranquilo, yo no me iba a meter en nada y menos si se trataba de ese tipo de cosas.
Sería algo más de las dos de la madrugada, esa noche hubo un sin fin de rayos, la tormenta estaba resultando más fuerte de lo habitual. Uno de los rayos provocó un estampido como yo nunca había oído.
Algo más tarde comenzaron a escucharse fuertes ruidos. Del sótano llegaban golpes y aullidos que ponían los pelos de punta y mira que desde que estaba trabajando allí habían presenciado ataques de los internos, gritos, golpes, aullidos y de todo lo que uno pueda imaginar tratándose de locos. Pero esos aullidos eran otra cosa.
Tal y como me dijo el vigilante jefe, me encerré en mi garita y corrí las cortinas para no ver nada de lo que fuera pudiera pasar.
Los sonidos no cesaban y conforme pasaba el tiempo fueron en aumento y acercándose al lugar que yo estaba.
De repente algo golpeó contra el cristal de la puerta del cuarto que yo ocupaba, no me atreví ni a mover un pelo. Sentado junto a la mesa, quieto y casi sin respirar. Los sonidos eran una mezcla de ruidos, voces y palabras incoherentes.
Un golpe contra el cristal y en medio de la mesa cayó y rebotando se fue al suelo una cabeza humana. Un grito histérico salió de mi boca. Una mano se metió por el cristal roto y abrió mi puerta que la tenía cerrada desde dentro. Yo estaba algo más que asustado.
Un hombre entró, después de pelearse un poco con el hueco pues no cabía.
Era alto y parecía fuerte, al mirarle la cara vi unos grandes costurones que tenía en la cabeza, y que una parte de su cuerpo no guardaba simetría con la otra. En las manos también pude apreciar los mismos cosidos que en la cabeza.
Una sonrisa bobalicona se dibujó en su deforme cara. Se dirigió a acoger la cabeza.
— ¿Quieres jugar conmigo a la pelota? —me preguntó, mientras recogía la cabeza del suelo.— Solo es muy aburrido.
Mi cuerpo estaba clavado a la silla, ninguna palabra lograba hacer salir de mi boca.
Como no le contesté se marchó.
Así, agarrado a la mesa y medio sentado en la silla, me encontró el vigilante de día.
Marché corriendo a la taberna del tuerto, varias pintas más tarde mi cuerpo pareció comenzar a resucitar del susto.
Esa noche llegué al manicomio un poco antes de lo habitual, me enteré de que al profesor al parecer le había arrancado ese ser monstruoso la cabeza. Ser que el profesor había dado vida en sus experimentos del laboratorio. Ser que salió al patio a jugar y no saben como, pero lo encontraron a los pies del cable del pararrayos electrocutado.
Me pidieron que no dijera nada, no querían atraer la atención sobre el centro. Les comenté que por mí no se preocuparan. Yo era una tumba, cagado de miedo, pero tumba.
Esta entada se vuelve a subir por cambio en el programa web. Su primera edición fue: 23 de septiembre de 2022