Nichos y osarios

Allá por el año 1986, estuve trabajando un tiempo en el Ayuntamiento de Logroño en el negociado de Cementerios.

Una mañana a primera hora, estando yo revisando unos papeles, oigo una voz que saluda y un golpeteo de nudillos en el mostrador. Me levanto de la silla y mirando hacia allí, veo una mano huesuda y media cabeza hasta la altura de los ojos. Estos no llego a verlos.

He de decir que el mostrador era alto y la mujer pequeña.

—Hola —digo mientras me dirijo a ella.

Curiosa era la mujer en sí, baja, pelo blanco, moño plano en el cogote, se le notaba bien hecho y apretado. De negro riguroso, salvo el cuello de la camisa que era morado. Su cara llena de arrugas mostraba un semblante simpático y tranquilo.

—Verá —me dice— he recibido una carta de ustedes, me informan que hay que vaciar el nicho donde está enterrado mi marido. Como no entiendo muy bien lo que significa, vengo para que me lo aclaren.

—Como sabrá —le digo— el tiempo de cesión de los nichos es por cinco años, transcurridos los cuales el Ayuntamiento tiene que proceder a vaciarlos y trasladar los restos.

Usted puede hacer dos cosas. Ceder los restos al Ayuntamiento, que los depositará en el osario común, o adquirir un osario para ellos por veinticinco años.

—Y eso, ¿cuánto me costará?

Le doy los precios y después de pensárselo me dice que no lo quiere. Cede los restos al Ayuntamiento, firma los documentos oportunos y poco a poco se aleja por el pasillo.

Me quedé mirándola mientras se iba, parecía ir dándole vueltas a la cabeza. De pronto vuelve sobre sus pasos acercándose a mí.

—Y el Día de Todos los Santos, ¿dónde pongo yo las flores?

Le preparé los papeles y adquirió un osario de los nuevos, a pie de suelo, para que le fuera más cómodo poner las flores, en Todos Los Santos.

Esta entada se vuelve a subir por cambio en el programa web. Su primera edición fue: 12 de agosto de 2022