Lámpara cuento Aladino y la lámpara maravillosa

No hay que desear mucho algo, puede cumplirse tu deseo

Febrero, unos días antes del comienzo del carnaval, Juan estaba como loco. Había conseguido que Marta le prestara atención y no solo eso, además iba a ir con él al baile de disfraces del Instituto.

La cosa tenía su importancia, Marta era la tía buena de la clase y Juan estaba detrás de poder salir con ella, dos cursos.

Este año algo había sucedido según él, para que hubiera aceptado. Normalmente Juan sabe que no hubiera sido una opción, delgado, tirando a muy fino, un poco patoso y corto de habla cuando se pone nervioso.

Pero eso le daba igual, había aceptado y es lo que cuenta. Esa tarde se fue al centro a una tienda de disfraces.

Buscó un disfraz a su gusto, sabía que ella iba de vampiresa con colmillos prominentes y sangrantes.

—Marta, soy Juan, ya he encargado el disfraz mañana me lo entregan.

—Vale —le contestó ella—, espero que hayas elegido bien. Yo el mío ya lo tengo. Si no surge nada, nos vemos el día del baile, me pasas a recoger a las seis de la tarde así tenemos tiempo de hacernos unas fotos antes.

Marta después de hablar con Juan llamó a Alejandra, su amiga del alma. Como no cogía el teléfono le dejó un mensaje:

—Alexis, ya está todo arreglado, te dejo en tu buzón un sobre con los pelos y por wasap te he mandado la foto que dijiste.

Marta echo esto, se marchó a la peluquería y se desentendió de todo que no fuera el arreglo de uñas que le estaban haciendo.

Alejandra cogió el mensaje, fue a por el sobre al buzón y descargó la foto. Con todo ello se fue al barrio de Le Cros en las afueras.

Lo recorrió hasta encontrar la casa que andaba buscando, nunca había estado allí, solo tenía referencias y pocas para llegar.

La casa donde paró el vehículo estaba cerca del lago, un pequeño embarcadero de madera destartalado salía del jardín de la casa y se metía unos ocho metros en el agua.

Llamó a la puerta, al rato esta se abrió y un rostro lleno de arrugas, casi sin dientes le preguntó qué quería.

—Me ha dado su dirección Juanita la panadera, hablando el otro día con ella, en la conversación salió usted y me dijo que podía hacer muchas cosas. Que tenía poderes. Mi amiga Marta está interesada en encargarle un trabajo, piensa que puede solucionarle un pequeño problema que tiene.

—Y si es así, porque no viene ella.

—Bueno es que mi amiga no cree mucho en esto y ha decidido seguir adelante por si funciona, pero me ha pedido que me haga cargo yo de todo, ella no quiere perder el tiempo.

—Ah, —dice la señora. Pasa y hablamos.

La casa por dentro le sorprendió, no sé por qué esperaba encontrar otra cosa, quizás hierbas colgadas, tarros con bichos, calderos humeando. Pero no la casa era pequeña, el salón estaba decorado con muebles dispares pero que hacían un conjunto agradable, en un rincón junto al mirador había una mesa y dos sillas, ahí se sentaron.

—Bien ahora puedes decirme qué es lo que tu amiga quiere, que no sabe si se lo puedo hacer y que no quiere venir ella a pedírmelo.

—Bueno, hablando con Juanita —comentó Alejandra— esta le dijo que es posible hacer un conjuro por el cual se consigue ser siempre la atracción de todas las reuniones, el centro de atención. Para ello hace falta también un presente humano que sirva para que eso sea posible.

—Sabe tu amiga bien lo que supone para la persona que sirve de presente, sabe que es lo que pasa con ella.

—A ella eso le da igual, además no debería de pasarle nada ¿no?

—Veo que no os importa mucho, por lo menos a tu amiga, no obstante, me traes

un pelo de tu amiga y una foto suya, deja lo del muchacho y yo me encargo de todo.

—Mañana me proporcionas lo que te he pedido y le dices a tu amiga que, si está dispuesta a pagar el precio de esto, que mañana te mande con todo y si no me olvido de vosotras.

Le dices que el chico puede salir dañado con el conjuro, aparte de lo económico que como ya os dirían asciende a 2.000 euros.

Cuando la chica se marchó salió, la mujer cogió del respaldo de la silla donde la muchacha había estado sentada un par de los pelos que guardó en un sobre.

Al día siguiente Alexis le llevó lo pedido, la verdad es que la anciana la había dejado un poco preocupada con sus palabras del día anterior, pero al decírselo a Marta esta no quiso ni oírla. Ella solo quería que para el día de la fiesta todo fuera como imaginaba.

El día del baile, Juan a las seis en punto estaba con el coche que su padre le había prestado en la puerta de Marta para recogerla, se hicieron unas fotos y se fueron al Instituto.

Una vez allí, todo fue bien, Marta se desentendió de Juan, curiosamente todo el mundo solicitaba su atención, al parecer funcionaba el hechizo.

A la hora de volver, no se molestó en buscar a Juan, se fue con otro compañero a casa. Al llegar a su habitación, se miró al espejo y se dijo para sí que era guapa.

Se fue a quitar el vestido de vampiresa y el pelo negro postizo que se había puesto y no pudo, se intentó quitar los grandes colmillos de su boca y no pudo.

Asustada se miró al espejo y se dio cuenta de que el rostro se le estaba cambiando, se estaba volviendo de un blanco cadavérico y sintió una sed enorme. En ese momento sintió que el agua no se la iba a quitar. Se había transformado en un vampiro.

Llamó a su amiga Alexis, su madre le dijo que estaba llorando en su habitación y que no la dejaba entrar, Marta colgó y pensó en que su amiga había ido disfrazada de la muerte.

Juan cuando llegó a su habitación, pensó lo curiosa que es la vida, no había visto a Marta en toda la noche, le importaba un pimiento. Había conocido a Laura una compañera de clase a la que nunca le había prestado atención y que resultó ser fenomenal.

No había sentido esa falta de seguridad que lo acompañaba siempre, se encontró hablando por los codos y al mirarse en el espejo del baño vio que sus ojos eran distintos. Brillaban más, no los tenía tan adentro y las gafas casi le estorbaban, veía mucho mejor que antes.

Esta entada se vuelve a subir por cambio en el programa web. Su primera edición fue: 8 de marzo de 2021