Producto especial
Cuchillería y afilados Hnos. Ulloa Rivera, llevaba en el mismo lugar de la Plaza Mayor, desde siempre. Y aquí, si era correcto aplicar ese, de toda la vida, puesto que el actual afilador era la sexta generación.
La tienda estaba tal cual la dejaron en la última remodelación que hicieron hace medio siglo.
Todo el establecimiento, desde el rótulo exterior, el escaparate y el interior, destilaba años por todos los lados. Pero a la vez tenía algo que no le hacía parecer viejo, más bien antiguo, bonito. Es más, era una institución y todos lo ponían como ejemplo de negocio bien regentado y con ese aspecto, hasta resultaba atractivo.
Lo que si está claro es que figuraba en todas las guías de turismo de la ciudad y la foto de escaparate por lo bonito de las tallas de madera y rótulo iba en las cámaras y móviles de muchos turistas.
Tilín, tilín, sonó la campanilla que había sujeta a la puerta, para que sonara si alguien entraba.
Voy enseguida, se oyó que decía una voz desde la trastienda.
No había pasado ni un minuto, cuando por la cortina que había detrás del mostrador apareció un hombre.
Era algo mayor, un delantal de cuero marrón con un trapo colgado del cinturón. Poco pelo y cejas muy pobladas y casi juntas. La barba de varios días y se veía que le faltaba algún diente.
En que puedo servir le, señora. Verá, tengo unos cuchillos que los he mandado afilar varias veces y no hay forma, dejan de cortar al poco tiempo. Aquí no se los hemos afilado, lo que nosotros afilamos, dura años. Aquí no ha sido, si vengo es porque una vecina me ha dicho precisamente eso, que ha dicho usted. Que lo que aquí se afila, dura años. Verá, son años de oficio, muchas generaciones y eso da mucha maestría y profesionalidad, la habilidad heredada sirve para algo. Eso, no todo el mundo puede decirlo.
Mientras hablaban, la mujer sacó del bolso un trapo, al extenderlo dejó al descubierto varios cuchillos.
Revisando los cuchillos, evalúo como estaban.
Espero que no le corran prisa. La técnica del afilado que usamos que ha pasado de generación en generación requiere de un producto del que ahora mismo ando escaso. Pero para el lunes espero tener más. Podemos quedar para el miércoles si le parece bien. No hay problema, ese día me paso a por ellos.
Como había quedado el miércoles por la tarde se pasó a recoger los cuchillos, iba un poco agitada. Al salir de casa, la vecina, le había comentado los detalles sobre la muerte de una joven, que el domingo por la noche fue encontrada degollada en la calle La Piedad. «Según el yerno de su vecina, que trabajaba en el hospital, le habían extraído toda la sangre. Un espectáculo horroroso para el carnicero que se había encontrado el cadáver».
Al sonar la campanilla salió el hombre para atenderla. Le sacó sus cuchillos y los dejó encima del mostrador. Como le dije el lunes nos llegó el producto que utilizamos para mejorar el afilado y lo he podido terminar como quedamos. Cuanto le debo, es que estoy un poco nerviosa por la de la muerte de esa joven el domingo. No se nada de eso, son treinta euros.
Cuando llegó la señora a su casa, comprobó que efectivamente los cuchillos cortaban inmejorablemente, los lavó para guardarlos. Tuvo que insistir un poco en la zona de la unión de la hoja con el mango, había pegado algo de color rojo que no se terminaba de ir. Insistió un poco con el estropajo y un trozo de jabón Lagarto. Mano de santo.
Esta entada se vuelve a subir por cambio en el programa web. Su primera edición fue: 31 de marzo de 2023