¿ Quien pone puertas al…?
Como todos los días a esa hora, la encontró sentada en el último banco de la biblioteca. Hoy también el sol, al pasar a través de la vidriera gótica que había en la pared oeste, incidía sobre ella, haciendo que pareciera una diosa de brillantes colores.
La llevaba observando desde que comenzó el curso, de eso ya hacía un mes. Todos los días iba allí con la intención de verla.
No coincidían en ninguna clase y Liam, que así se llamaba nuestro joven admirador, incluso pensó en cambiar alguna asignatura para poder estar junto a ella en algún momento.
Sabía que como él vivía en el campus, en la residencia de estudiantes.
Maeve que así se llamaba la joven por la que Liam bebía los vientos, se había percatado de la presencia diaria de él en la biblioteca y tenía claro que no solo iba a estudiar.
Lo cierto es que era un chico de presencia muy agradable, lo había observado en el comedor y se había dado cuenta de lo educado y amable que era con todo el mundo.
Tenía algo que no identificaba y que le resultaba extraño en él; claro que ella no podía decir nada en cuanto a rarezas ya que era una Elfa de los bosques del norte.
Debido a la tolerancia de sus padres había podido estudiar en una universidad como cualquier otra joven de su edad. Hace unos años hubiera sido impensable, la sociedad Elfa no era tan permisiva.
El integrarse como una humana había sido fácil, cuatro pequeños retoques mágicos y todo solucionado.
Liam se despertó y vio que se había quedado dormido. No iba a llegar a la primera clase. Se vistió rápidamente y cogiendo los libros bajó las escaleras de dos en dos, por suerte el aula estaba cerca. Iba corriendo y dobló la esquina sin mirar, dándose de lleno con dos personas que estaban hablando. Terminó en el suelo junto con sus libros, al incorporarse oyó risas y vio que una de las personas era Maeve.
—Per…, uf, perdón voy tarde y no os he visto —consiguió decir mientras se levantaba y recogía los libros—. Lo siento, tengo que irme, llego tarde. Y rojo como un tomate se marchó corriendo.
Maeve y Adele, que así se llamaba la otra joven, entre risas comentan lo rojo y nervioso que se había puesto.
Liam llegó a clase por los pelos, pero no se libró del sarcasmo de la profesora cuando entraba en el aula.
—Qué Sr. Liam se nos han vuelto a pegar las sábanas, es la segunda vez esta semana que viene a mi clase corriendo y sudoroso.
—Lo siento, Srta. Julia, no volverá a ocurrir —dijo mientras se sentaba.
Las clases pasaron lentamente, muy lentamente. No podía dejar de pensar en el incidente de la mañana. Cuando sonó el timbre que les ponía fin por ese día, respiró aliviado.
Al salir del edificio, en las escaleras que daban al jardín, vio a Maeve apoyada en la barandilla.
—Hola Liam —dijo ella, a la vez que le daba un libro—. Te lo has olvidado esta mañana en el suelo.
—¿Cómo sabes mi nombre? —inquirió Liam, mientras intentaba serenarse, al verla se había puesto nervioso.
—No ha sido difícil, el nombre y tus datos están en el libro.
—Claro, tienes razón —contestó mientras lo ponía con los otros.
—Y tú ¿cómo te llamas? —preguntó Liam
—¿No lo sabes?, un pajarito me ha dicho que lo has preguntado.
—Vale me has pillado —dijo él, ya más tranquilo y centrándose en la situación—. Lo cierto es que al principio del curso te vi en el salón de actos y algo de ti que me intrigó. He estado buscando un pretexto para hablar conmigo y mira por donde, ya lo he conseguido.
—Y las visitas a la biblioteca, que me dices — pregunta ella.
—Bueno —dijo titubeando. Eso es que no sacaba valor para acercarme.
—Ahora que está todo dicho, ¿por qué no damos un paseo Liam?
Esto no se lo podía creer, un mes intentando buscar el momento para hablar con ella …
—Por supuesto, hay un bosquecillo de abedules detrás del gimnasio que ahora está precioso —dijo Liám.
—Bueno, me encantan los árboles y los bosques —comentó Maeve, y cogiendo su mochila se pusieron a andar.
Por el camino se miraban y sonreían como dos adolescentes en su primera cita.
De esta manera habían comenzado, lo que en un futuro sería una gran amistad y puede que algo más.
Los días y las semanas fueron pasando. Se veían todo lo que podían, teniendo en cuenta que los estudios les exigían mucha dedicación y ambos sabían que debían aprovecharlos al máximo. Así fueron poco a poco conociéndose.
—Mi familia vive en el Norte, en la zona de los bosques mágicos. Es un lugar de gran belleza que te gustaría mucho —dijo Maeve. Mientras hablaba la nostalgia le invadía, echaba de menos su hogar.
—Yo también vivo en una zona donde hay bellos bosques, mi familia se dedica a la agricultura —dijo Liam— lo cierto es que los echo de menos.
Poco a poco de una manera sencilla fueron conociéndose.
Durante las vacaciones de Navidad, cada uno se fue a su casa, quedando en llamarse todos los días.
—Liam, Liam — llamaba su madre mientras él se bajaba del tren. Cuando estuvieron juntos se dieron un fuerte abrazo, parecía que hacía años que no se veían.
—Hola Mamá, qué tal va todo, ¿cómo estáis?.
—Bien, todos estamos bien, pero tú eres quien tiene que contarnos cosas, eres el primero de la familia que sale a estudiar fuera, a un mundo diferente.
—Cuando estemos todos en casa ya os contaré.
A Maeve también la estaban esperando en la estación y el diálogo fue similar curiosamente al que Liam había tenido con su madre.
Dejaron, para cuando estuvieran en familia, el contar cómo habían ido las cosas.
La familia de Liam lo acribillo a preguntas. Todos estaban deseando saber cómo era el mundo fuera de allí.
Él era un Fauno y hasta hacía poco su mundo era su entorno. Su familia siempre había sido la protectora de los bosques y tierras de esa zona.
En público su apariencia era como la del resto de los humanos, pero cuando estaban solos, en sus bosques y tierras, su cuerpo era de hombre la mitad superior con cuernos y orejas puntiagudas y sus piernas eran de cabra.
Esa noche no durmió bien, solo pensaba en cómo explicarle a ella lo que era. La verdad es que no sabía cómo afrontarlo, quería a Maeve y el tiempo pasado con ella había hecho crecer dentro de él sentimientos desconocidos. Le provocaba una atracción que hasta la fecha nunca había sentido por nadie.
En otro bosque más al norte, Maeve también tuvo que contestar a muchas preguntas y cuando la dejaron sola en su habitación se miró al espejo y pensó ¿cómo va a terminar esto? Le había dado muchas vueltas a las cosas y no sabía qué hacer.
Me gusta Liam y no sé cómo decirle que soy una Elfa, de orejas puntiagudas y una longevidad que asusta.
Por no decir que mi familia se echará las manos a la cabeza y no querrá que siga estudiando si se entera que me gusta un humano.
Empezaban de nuevo las clases. Liam la estaba esperando, habían estado hablando todos los días por Skype durante las vacaciones y tenían ganas de verse.
—Maeve —llamó Liam, mientras agitaba la mano para que lo viera entre el gentío que se había formado en la estación.
—Hola Liam —dijo ella a la vez que le daba un abrazo, notando como él se apretaba con fuerza y alargaba ese momento.
Llegaron un día antes como habían quedado, para poder verse tranquilos antes de que empezaran las clases.
Tal y como habían acordado se encontraron para desayunar. Cuando terminaron él le propuso ir a remar. Alquilaron un bote y se adentraron en el lago, acercándose a una isla que había en el medio.
Al llegar amarraron el bote y adentrándose entre los árboles, buscaron un lugar para disfrutar del sol. El día era frío, pero totalmente despejado.
—Oye Maeve, tengo algo que contarte; no sé por dónde empezar y lo que es peor, no sé si te va a gustar, pero tengo que hacerlo.
—Liam yo también tengo algo que contarte y tampoco sé si te va a gustar.
Se quedaron los dos callados de golpe, se podía casi hasta palpar la angustia que esas palabras habían generado.
—Empiezo yo —dijo Liam mientras nervioso se frotaba las manos—. No soy lo que parezco, realmente soy otro ser, lo que pasa es que con un poco de magia aparento lo que ves.
—Bueno Liam, yo tampoco soy lo que parezco —dijo ella algo confusa pero aliviada. Yo también para parecer humana he tenido que recurrir a la magia.
Mirándose a los ojos, se agarraron de las manos y terminaron de sincerarse.
—Yo soy Fauno —comenzó Liam. Mi familia vive en la zona del norte. Somos una comunidad pequeña y no tenemos casi contacto con los humanos del lugar. Desde tiempos inmemoriales, hemos sido los encargados de cuidar de los bosques y cultivos de nuestra zona. Estamos protegidos por un encantamiento que nos hace invisibles al ojo humano. Mi nombre real es Skovholder que viene a ser algo como “guardián del bosque”.
—Yo soy una Elfa, me llamo Lysverdens que significa “luz para el mundo”. Vivimos en los bosques antiguos del norte y como a vosotros la magia nos protege de los humanos. Nos gusta estar en contacto con la naturaleza y vivimos muchos años.
Parece ser que donde podía haber un problema no lo hubo.
El hecho es que se habían dado cuenta que sentían el uno por el otro algo más que amistad. El tiempo pasado juntos, les había servido para formar un vínculo más fuerte de lo que pudiera esperarse y estaban decididos a seguir adelante.
Pasaron los meses y para el término del curso, los dos tenían claro que por encima de los problemas que les suponía ser diferentes, estaba el amor que había surgido entre ellos.
Cada uno quedó en hablar con los suyos para exponerles la situación.
La noticia fue impactante para las familias y no se lo tomaron nada bien.
Liam y Maeve hablaron sobre la reacción que habían tenido los suyos ante la noticia y buscaron la posible solución.
En ese momento fueron conscientes de que la decisión que tomarán cambiaría totalmente sus vidas.
Liam fue a ver a su abuelo que vivía en lo más profundo del bosque.
—Abuelo quería comentarte… —y en un atropellado discurso le explicó el amor que sentía por una Elfa y le suplicaba lo transformara en humano para siempre—.
El anciano Fauno se quedó asombrado con la petición de su nieto, pero sabía que alguna vez eso se había hecho.
—Déjame pensarlo unos días —dijo— te daré una respuesta.
—A ver Liam, —dijo su abuelo dos días más tarde— viendo el profundo amor que sientes por Maeve accedo a ello, pero debes de saber que es una decisión irrevocable y que, una vez realizado el cambio, no podrás volver con tu familia jamás.
—Mamá me gustaría que hablemos —dijo Maeve y le explicó lo que había hablado con Liam.
—Siento una gran pena —dijo la madre— pero si realmente quieres quedarte en forma humana tienes que saber que esa decisión no se puede revertir y supone perder la inmortalidad de la que disfrutas.
Quedaron en reunirse unos días después en una pequeña localidad que les pillaba a mitad de camino.
Al verse se fundieron en un gran abrazo, dándose un apasionado e intenso beso. En ese momento, mirándose a los ojos, sintieron que la decisión estaba ya tomada.
El futuro traería lo que tuviera que traer, pero el presente, era suyo. Tenían una nueva vida por delante, diferente a lo que hace un tiempo hubieran soñado; pero era su vida y tenían la intención de aprovecharla al máximo.
Esta entada se vuelve a subir por cambio en el programa web. Su primera edición fue: 10 de febrero de 2021