Foto retrospectiva de los años 60 y 70 cuando se juegaba en la calle, no había ordenadores ni televisión

Recuerdos de juventud

A la una saltaba la mula, a las dos tiró la coz, a las tres los tres brinquitos …

Policías y ladrones …

Y más, muchos más juegos, casi hasta el infinito. No había televisión, no había móviles, no había ordenadores, no había dinero…

La imaginación era enorme y las ganas de divertirte inmensas. Con nada, hacías algo. Con poco, mucho.

Quien tenía un balón era el amo. Casi no conocí amos. Canicas, uf eso sí, ahí era casi el amo (cristal, barro, mármol, acero), el bolsillo del pantalón siempre se rompía del peso.

Los árboles de boliches cuando estaban verdes, eran asaltados para conseguirlos, luego serían los proyectiles de las cerbatanas.

Botes de carburo, hinque y un sinfín de cosas más, nos sirvieron para jugar. Hoy eso…

¿Te imaginas con ocho años, cazando pajarillos con escopeta en una calle? Jugando hasta las tantas o dándote mamporros con los del barrio de al lado, por una ofensa a un amigo, no muy clara.

Tres navíos en el mar …

Toco marro y salgo …

La puerta era de madera con dos hojas y tres cristales en cada una. En su tiempo debió de ser verde y los cristales transparentes. El color era indefinido y los cristales opacos.

Cuando entrabas en la tienda de la Primi, era como pasar a otro mundo. La campanilla de la puerta te anunciaba. Una vez dentro, una semioscuridad inundaba todo. Al fondo se veía el mostrador, iluminado por la luz de una claraboya que había justo encima. Mientras te acercabas a la luz, percibías escobas metidas en cunachos, zapatillas de esparto colgadas del techo al lado de un buzo puesto en una percha, calderos de metal, cedazos, carbureros. Un sin fin de productos diversos, te indicaba la naturaleza del sitio.

El mostrador de madera, con brillo en zonas por el desgaste. A la izquierda la máquina de cortar el bacalao seco. A la derecha una balanza de dos bandejas y un juego de pesas, a su lado un libro grande con un lapicero atado al mismo por un trozo de liza.

La Primi te miraba por encima de los lentes, vestida de negro, delantal oscuro, así como los manguitos que siempre llevaba. Moño blanco y prieto, edad indefinida.

Era una época en la que todo se compraba por cuartos, en incluso menos (cuarto de azúcar, cuartillo de aceite, 100 gramos de …) al irte siempre la misma cantinela. «Se lo apunte a la cuenta de mi madre». En ese momento se abría el libro, su mano tomaba el lápiz y después de un par de lametones a la punta procedían a anotar tu deuda. Todo con la misma devoción de un niño pequeño en sus primeros cursos de escritura, incluso a veces sacaba la lengua al escribir la nota.

Macarrón, macarrón, chufli, a chiviri mangui …

Une, dole, tele, catole …

Ventanas cerradas, persianas bajadas, cortinas corridas. La cocina a oscuras, la única luz era la del dial de la radio, una Ondina, con caja de madera clara. Radio España Independiente y Radio París Internacional, la primera vez que supe de la existencia de estas dos emisoras, me quedé a cuadros. Hasta ese momento más o menos te habías comido la propaganda del régimen. Cuando te vas haciendo un poco mayor, oyes cosas aquí y allí. Si tienes suerte y alguien te da una pequeña lección de historia, comienzas a no perderte las emisiones de La Pirenaica y Radio París.

Donde vas Alfonso XII, donde vas triste de ti.

Voy en busca de Mercedes, que ayer tarde no la vi.

Esta entada se vuelve a subir por cambio en el programa web. Su primera edición fue: 28 de octubre de 2022