Sobre la propiedad
Este viaje, de última hora, que Jesús había organizado, estaba resultando un poco peor de lo previsto.
Hasta que nos adentramos en el desierto, haciendo una excursión en todo terreno, las cosas no habían ido del todo mal. Pero no estaban yendo, como nos habían informado. Deberíamos haber pasado dos noches fuera y hoy era la tercera. Todo por una avería en el vehículo y la inexistencia de servicios de apoyo.
El guía, un argelino no muy amable y de difícil trato, era parco en palabras. Salvo indicar que arreglarían el vehículo, no le sacábamos nada más.
Éramos cuatro turistas. Mi amigo, dos chicos jóvenes como nosotros, que eran alemanes, y yo. Además de, el guía y el chofer.
Esa noche prepararon la cena con los restos, pues no se había previsto esa contingencia y después de cenar, nos fuimos a dormir.
Me desperté. Estaba tirado, en el suelo de un camión, junto a mis compañeros de viaje. Los fuertes bandazos del vehículo, terminaron por despertar a los demás. Estábamos atados de pies y manos. Un mal sabor de boca y la dificultad para recordar, me dio que pensar que nos habían drogado.
No tuvimos tiempo para decirnos ni media palabra, cuando el camión se detuvo. Una puerta se abrió y al poco, la lona de la parte trasera se levantó, asomando la cabeza nuestro guía.
—Bueno, ya veo que estáis despiertos. ¡Escuchad bien lo que voy a deciros!, no lo repetiré. Habéis estado inconscientes, todo un día. En ese tiempo, con una pequeña avioneta, os hemos trasladado lejos, de donde se supone, que deberíamos estar. Esta noche vamos a llegar a un pequeño oasis. Mañana vais a ser vendidos. Hay una persona muy interesada, en jóvenes como vosotros, y paga muy bien. Si armáis jaleo, os duermo de nuevo y punto. No preguntéis nada, porque nada más os voy a decir.
Nos quedamos todos de piedra, ¿en pleno siglo XXI y nos habían raptado, para vendernos como esclavos?, no nos lo podíamos creer.
Medio inconscientes aún, por las drogas que nos habían dado, nos acercamos los unos a los otros. En un intento de buscar apoyo, que de ninguna manera podíamos darnos.
Como nos había dicho el guía, o más bien nuestro raptor, esa noche llegamos a un pequeño palmeral.
Ya más repuestos, cuando nos soltaron para cenar, todos a la vez, como habíamos quedado, nos abalanzamos sobre las dos personas que nos habían traído la cena. Tras sus gritos entraron un grupo de hombres, que nos redujeron sin contemplaciones, y nos dejaron atados en la habitación.
Al día siguiente, al amanecer, vinieron a por nosotros. Primero se llevaron a uno de los alemanes, y luego a mí.
No sé qué les pasó a los demás, a mí me lavaron y me dieron ropa. Luego me llevaron a una casa grande, de paredes blancas, que había en medio del palmeral. Yo estaba en schok, no articulaba a decir palabra. En una gran habitación, con aire acondicionado, había unos hombres sentados en el suelo sobre grandes cojines. Me dejaron en medio del salón. El que había sido el guía, me dijo que me quedara allí quieto y no dijera nada. Al poco tiempo, me cogió y me llevó a un sótano.
—Te has portado bien, me has hecho ganar un montón de dinero. Te van a traer de comer, aprovecha y descansa.
Esa noche, un helicóptero me recogió y me llevo a un barco.
De eso hace tres años. Hoy estoy en el harén del Sultán Fatih Selím, un poderoso hombre de negocios.
Al principio fue duro. Hoy, ya me he dado por vencido…
Esta entada se vuelve a subir por cambio en el programa web. Su primera edición fue: 23 de diciembre de 2022