Halcón en el cielo, oteando todo.

Y descubrí el cielo

Ya llevaba un tiempo notando unos sonidos agudos que rompían el silencio que había disfrutado hasta entonces. Donde estaba yo me notaba bien a gusto, calentito y seguro.

Era todo como muy plano, el tiempo estaba detenido y todo parecía discurrir a cámara lenta.

Algo dentro de mí me decía que tenía que comenzar a moverme pero a su vez sabía que si lo hacía, si me movía, si abría los ojos, ese mundo cambiaría.

Pero el tiempo no se detiene y al final abrí los ojos. No veía nada, solo una ligera luz que se filtraba en mi mundo.

Comencé a moverme, el sitio donde estaba era muy pequeño. Intentaba estirar los brazos y no podía. Me notaba como pringoso.

Por fin en uno de esos movimientos la cabeza golpeo algo que pareció ceder. Seguí insistiendo y al cabo de un rato, noté que se rompía y un chorro de luz me inundó.

A pesar de ello no podía ver, solo percibía luz. Tímidamente saqué la cabeza empujando con todas mis fuerzas. Rompí algo que hizo que mi cuerpo pudiera salir de donde estaba.

Me estiro y poco a poco puedo ir abriendo los ojos. Veo que estoy, en lo que luego supe que se llamaba nido. Había salido de un huevo.

Los que estaban a mi lado, chillando como locos, eran mis hermanos que habían nacido antes que yo y tenían un hambre tan feroz como la mía. Estaban llamando a los papás reclamando comida.

Así que levantando como ellos la cabeza, abrí el pico y con un batiburrillo de tres pares de narices comencé a reclamar comida.

Una sombra grande nos tapa la luz y dos pájaros se posan en el nido. Son mis padres.

Con paciencia, haciendo caso omiso a los gritos, nos van dando de comer y cuando estamos saciados, nos dormimos.

Poco a poco los días fueron transcurriendo. Yo iba tomando conciencia de lo que era. Como si fueran activándose partes de mi cerebro, cada día iba asimilando mas y mas conocimientos. No dejaba tampoco de ejercitar mis alas, junto a mis hermanos nos pasábamos horas y horas moviéndolas. Con el paso del tiempo, vi como se iban formando bellas plumas en mi cuerpo. Cuando aleteaba podía elevarme un poco del suelo.

El nido estaba protegido por una gran repisa de piedra y solo alcanzábamos a ver los árboles que había enfrente.

Llegó mi día, como si estuviera ya programado. En un momento determinado mis hermanos y yo nos fuimos acercando al borde del nido y nos dejamos caer.

Asustado por lo rápido que bajaba, comencé a darle fuerte a la alas. Noté primero que dejaba de bajar y conforme las movía mas rápido, comenzaba a subir. En ese momento se abrió un mundo nuevo para mí. En ese momento me di cuenta de lo que podía hacer y de lo que era. Con dos aleteos fuertes me estabilicé y vi lo que me rodeaba.

Al fondo el río, escarpadas rocas a ambos lados y en el valle árboles y ¡oh! sobre mí, un preciso cielo azul que me invitaba a subir y subir. Nunca lo había visto y su inmensidad me hizo sentir pequeño.

Luego supe que nos llamaban halcones peregrinos y que podíamos dominar el aire y el cielo.

Esta entada se vuelve a subir por cambio en el programa web. Su primera edición fue: 30 de junio de 2021