Foto de las antiguas huertas de la ribera del ebro a su paso por Logroño, hoy desaparecidas
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Ojo a como, donde y que compramos

Mis abuelos nacieron a finales del siglo XIX y principios del XX, eran labradores como lo habían sido anteriormente sus padres y los padres de sus padres.

En principio mis padres también lo fueron, pero debido a lo que llamamos cosas del destino, la vida dio un giro y los llevó por otros derroteros diferentes a los de sus progenitores.

Yo de pequeño conocí esa vida, la huerta, preparar las verduras para subir al mercado ,uno de mis abuelos tenía un puesto de venta de verduras y frutas en el Mercado de San Blas o Plaza de Abastos.

Por cierto el arquitecto de ese mercado fue D. Fermín Álamo en 1930, un gran Logroñés que dejó en diversos edificios de esta su ciudad su particular interpretación de la arquitectura.

A lo que íbamos, entonces todo lo que se vendía era de cercanía, no había como en la actualidad de casi de todo en todo el año.

Entonces lo que había era lo que producía la huerta y las granjas de alrededor. En cada estación del año había unas verduras y unas frutas concretas, lo llamado de temporada y se acabó no había más.

Está claro que había cosas que venían de fuera, casi todo el pescado, arroz, azúcar, naranjas, café y un largo etcétera, pero la idea es clara.

La ribera del Ebro, todo el espacio comprendido entre la calle Madre de Dios y el río, desde el puente de piedra (donde había un desagüe de aguas sucias) hasta la desembocadura del río Iregua y luego seguía en Varea, estaba lleno de huertas que proveían a Logroño de una buena materia prima de calidad y frescura sin igual.

El crecimiento de la ciudad arrasó con todo ello y lo que sobrevivió en Varea, los precios se encargaron de rematarlo.

Comemos eso sí la fruta y verdura que queremos todo el año, traída no sabemos desde donde, en muchos casos muy bonita pero sin sabor y a un costo para el medio ambiente (planeta) insostenible.

En mi casa había un cuarto que servía como despensa, tenía unas baldas de madera en las que se ponían periódicos y separadas una de otra se colocaban unas manzanas que llamábamos perucos y que aguantan desde el otoño hasta comienzos del verano que comenzaban a llegar las primeras frutas.

Se iban arrugando conforme pasaba el tiempo pero eran sabrosas, además no había mucho donde elegir.

Se ponían variedades que por sus tiempos de recogida diferentes conseguían tener más escalonada la fruta a lo largo del año dentro de unos márgenes.

También había tinajas de barro con chorizos, costilla, osea matanza en aceite para conservarla y tarros de mermelada.

Recuerdo las panceta fresca que para conservarla antes de ponerla a secar se salaba y luego se embadurnaba con una mezcla de pimentón, ajo y agua. Me encantaba el dar esa mezcla con la mano.

No digo de llegar a eso, está claro que los tiempos han cambiado, la conservación de alimentos ha dado un paso gigantesco, pero lo de adaptarnos a lo que produce nuestro entorno más cercano es una asignatura de la que no podemos seguir olvidándonos.

Tenemos que pensar un poco en el futuro, no en el nuestro sino en el de nuestros descendientes.

No solo en esto de productos de la tierra, es más amplio, es sobre todo el consumo desmesurado que tenemos.

Producción innecesaria de bienes de consumo la mayoría no precisos, quema de combustibles ( aviones, coches), sobre explotación de todo incluida el agua. Que conlleva una degradación medioambiental no conocida hasta ahora.

El planeta no puede aguantar este ritmo, dentro de poco la población mundial nos obligará a ello o nos veremos abocados a un desenlace malo para muchos.

Porque aunque se haga bien los damnificados serán los de siempre, así que si encima lo hacemos mal o no hacemos nada, para que te quieres incomodar, el desastre está servido.

Lógicamente si lo hacemos mal, que es posible si tenemos en cuenta lo que les cuesta a los políticos reaccionar, más vale… mas vale que no, porque sino, no quiero ni pensar lo que se nos puede venir encima.

Esta entada se vuelve a subir por cambio en el programa web. Su primera edición fue: 22 de noviembre de 2020