Los animales caseros
Cuando apenas tenía tres años, no podíamos ir a casa de mi abuelo ni mi hermana ni yo. Si íbamos, sufríamos la ira de la gata que él tenía. Ese bicho, cuando entrábamos, se lanzaba a arañarnos las piernas y nos dejaba bien marcados. Mi abuelo a pesar de ser su gata, viendo que no…