Doce años de guerra, un terremoto ¿y el agua?

En el noroeste de Siria, el agua y el saneamiento son amenazas invisibles para la salud. Aquí, 9 de cada 10 personas recién desplazadas por los seísmos ya lo habían sido antes, al menos una vez, debido a la guerra. Asistimos a 2.130 personas que viven en el campo de desplazados de Al-Eman.

Jindires, una ciudad antaño magnífica, situada en el noroeste de Siria, cerca de la frontera con Turquía, ha quedado reducida a escombros y sufre las consecuencias no solo de una guerra implacable, sino también del terremoto ocurrido recientemente. En el noroeste de Siria, 9 de cada 10 personas recién desplazadas por los terremotos a campos de desplazados ya habían sido desplazadas antes, al menos una vez, debido a la guerra.

Muchas de estas personas han encontrado refugio temporal en estos campos, pero están frente a una nueva y dura realidad: no tienen estabilidad ni las cosas básicas necesarias para sobrevivir, especialmente en Jindires. El terremoto tuvo un claro impacto en el sistema de agua y saneamiento de la ciudad, ya muy debilitado por más de 12 años de guerra.

Nuestros equipos están respondiendo a las necesidades de las 2.130 personas que viven en el campo de desplazados de Al-Eman, recientemente creado en Jindires. Entre las personas que viven allí se encuentra Emm Hassan, madre de cinco hijos, desplazada recientemente por el terremoto que derrumbó su casa. Ya había sido desplazada del oeste de Alepo anteriormente, por motivo de la guerra.

“Lo hemos perdido todo, ni una vida normal tenemos. La vida en el campo es extremadamente difícil”, afirma Emm Hassan. “Con un acceso limitado al agua potable y la falta de instalaciones de saneamiento e higiene, nuestros niños están enfermando de cólera, sarna y leishmaniasis. Mis cinco hijos contrajeron leishmaniasis y les quedaron cicatrices en la cara que tardarán años en curarse”.

Cuando la gente llegó a este campo, se encontró con la falta de agua potable. Cada persona disponía de nueve litros de agua solamente, cuando las normas internacionales establecen un mínimo de 20 litros al día. No hay suficientes letrinas; hay solo una por cada 90 personas. Tampoco hay ningún sistema de alcantarillado adecuado para la eliminación de residuos.

“Las infraestructuras de agua y saneamiento en los campos de personas desplazadas recientemente son muy limitadas”, afirma Halim Boubaker, nuestro coordinador médico en Siria. “La falta de agua potable y el uso de fuentes de agua contaminadas aumenta el riesgo de enfermedades transmitidas por el agua, como el cólera y la hepatitis. Las letrinas son insuficientes o inadecuadas, por lo que dificultan la higiene y el derecho a la privacidad, además de aumentar el riesgo de enfermedades contagiosas, como la sarna”.

Las malas condiciones de vida en los campos de desplazados han creado un entorno propicio para la transmisión de la sarna, una afección cutánea contagiosa provocada por el arador de la sarna. MSF y nuestros socios, a través de clínicas móviles y actividades sanitarias comunitarias, hemos detectado un aumento significativo de los casos de sarna en el noroeste de Siria durante el mes de mayo.

Una evaluación realizada por nuestra organización asociada siria, Al-Ameen, en 10 campos situados en Afrin donde viven unas 13.000 personas, identificó más de 3.600 casos de sarna. Más de la mitad de estos casos son en menores de 10 años. Nuestros equipos han analizado las principales razones de la propagación de la enfermedad y han descubierto que está relacionada principalmente con las aguas residuales a cielo abierto y la continua escasez de agua en los campos afectados.

Las actividades destinadas a proporcionar agua potable, saneamiento e higiene son de las principales prioridades de nuestra respuesta de emergencia para prevenir la propagación de enfermedades en un centenar de campos de personas desplazadas. Hemos distribuido más de 8.000 metros cúbicos de agua potable, instalado más de 1.000 tanques de agua y 130 letrinas móviles, y realizado el mantenimiento de 620 letrinas y 90 duchas. Hemos distribuido 111.000 artículos de ayuda de emergencia, incluidos kits de higiene, kits de cocina y kits menstruales para mujeres.

Una década de sufrimiento

Además del impacto del terremoto y la guerra en el sistema de agua y saneamiento, Siria cada vez más ha estado sufriendo la escasez de agua. En los últimos tiempos, el país depende de una combinación de transporte de agua en camiones cisterna por parte de organizaciones humanitarias y de redes de abastecimiento de agua, que se ven obstaculizadas por la inestabilidad del suministro eléctrico y los elevados costes del combustible.

Durante el mes de mayo, realizamos evaluaciones en 48 campos y dos pueblos del noroeste de Siria, que albergan a unas 60.000 personas desplazadas. Según la evaluación, el 70% de los campos dependían exclusivamente del transporte de agua en camiones cisterna como fuente de agua potable. Aunque todos los campos tenían letrinas, la mitad de ellas necesitaban mantenimiento, y el 70% de los campos carecían de duchas. Además, el 85% de estos campos no disponían de redes de aguas residuales en pleno funcionamiento.

“Cuando llegamos a este campo hace cinco años, nunca habíamos resuelto realmente el problema de tener suficientes aseos y baños”, afirma Manhal El-Freij, que gestiona un campo de desplazados en Idlib. “El terreno aquí es rocoso y difícil de excavar, lo que imposibilita construir retretes adecuados”.

“La mayoría de los pozos de alcantarillado improvisados que la gente excava con herramientas básicas no son satisfactorios”, afirma El-Freij. “Por este motivo, son comunes las enfermedades como la sarna y los piojos, porque no tenemos un saneamiento que funcione bien. Las familias solamente pueden ducharse una vez cada 10 días”.

A pesar de la urgente necesidad de ayuda, el sector del agua y el saneamiento en Siria no ha conseguido más que el 8% de la financiación que necesita para 2023. Esta persistente falta de financiación, unida a la incapacidad de poner en marcha proyectos sostenibles a largo plazo, obstaculiza aún más los esfuerzos por proporcionar servicios adecuados de agua y saneamiento a las personas que los necesitan.

“El camino para reducir los riesgos sanitarios invisibles que suponen el agua y el saneamiento para las personas desplazadas en Siria parece largo y difícil”, afirma Boubaker. “Para proteger la salud y la dignidad de las personas afectadas por la guerra y los terremotos en Siria, se requiere atención inmediata, más financiación y bien orientada, así como garantizar el acceso sostenible e imparcial a la ayuda humanitaria”.

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