El centinela de los sueños

Boulevard of Broken Dreams – de Green Day

Yo estaba aquí antes de que el tiempo se midiera, antes de que el primer sueño fuera soñado. Observando, guardando. Me han llamado de muchas maneras, pero a mí me gusta «El Centinela». Porque eso es lo que soy.
Vi nacer el mundo, la Tierra, siempre desde el silencio. Fui testigo de su furia cuando ardía y de su calma cuando florecía. Yo vi cuando el último dinosaurio cerró los ojos.
Pero mi verdadero deber comenzó cuando un dios, me encomendó al ser humano. Me encargó cuidar de sus sueños. Porque en los sueños todo es posible, también el horror.

Nadie lo vio venir. El niño surgió en mitad de la carretera. El conductor pisó el freno demasiado tarde.
El impacto fue seco, brutal. Luego, silencio. Solo silencio.
—Hemos hecho todo lo posible —dijo el médico—. Benjamín está en coma. Si creen en algún dios, recen. No podemos hacer nada más por él.
Los padres oyeron aquello como quien escucha una sentencia. Ella lloraba, él le sostenía su mano con fuerza. No sabían qué hacer.

El silencio desesperado de un niño desgarra mi mundo. Es una mezcla de dolor y miedo.
El horror ha regresado, aunque en realidad, nunca se ha ido.
El enemigo ha encontrado una grieta. «El Sembrador» ha llegado.

En la habitación del hospital, a un lado junto a la ventana, una pequeña vela titilaba al compás del miedo. La madre rezaba. El padre rezaba. No por costumbre, sino por desesperación.
Esa mañana, el médico no dejó mucho espacio a la esperanza. Si no hay un milagro…

En los sueños del niño es aterrador: la sombra de «El Sembrador» se alarga y cambia, sus brazos ya no son brazos, sino látigos que rasgan… todo se vuelve denso, oscuro. Algo zumba, como un enjambre, dentro del cuerpo del niño; el miedo lo alimenta…
Morfeo nos otorgó el poder: a mí para vigilar los sueños, a él para sembrarlos de miedo y dolor.
Esta vez siento que el equilibrio se va a romper, el enemigo ha encontrado a quien devorar.
Me doy cuenta de que algo ha cambiado. Sus golpes son fuertes y rasgan con facilidad la niebla de los sueños. Hieren al niño y me hieren a mí. Ahora sé lo que vendrá, esta vez creo que ganará.
¿Y si caigo? ¿Si pierdo? ¿Si desaparezco?… ¿Quién los protegerá?

La madre tiene agarrada la mano de su hijo, le habla, le suplica. Le gustaría ayudar, pero sabe que está en un mundo al que no puede llegar. Quizá la fe…un pequeño gesto nada más.
La mano de Benjamín se mueve.
Abre un ojo. Luego el otro.
—¡Ha despertado! —grita la madre.

Yo, «El Centinela», me dejo caer extenuado. Había pensado que aquí iba a terminar todo, que esta iba a ser mi última vez.
Pero algo, no sé qué, lo ahuyentó. «El Sembrador» ya no está. No fui yo quien lo venció. A veces, incluso en los sueños, sucede lo imposible.
Mientras alguien esté dispuesto a creer yo, quizá, podré seguir aquí.

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