El karma

Primera parte

Curtis odiaba esos encargos. Deshacerse de cadáveres o eliminar a alguien, ya lo había hecho antes muchas veces, pero tener que limpiar los desastres de Mijail le molestaba tremendamente. Si lo hacía era por Lazslo, a quien se supone le debía mucho, o eso creía él.

«Curtis no llegó a conocer a su padre, y su madre lo abandonó en la puerta del orfanato de Santa Catalina. Varias adopciones fallidas y las malas compañías hicieron difícil su infancia.
A los dieciséis años, ya era un joven con mucho nervio y poca cabeza.

Una noche, mientras estaba en la puerta de los billares de Mon, vio pararse un coche en el solar de enfrente. Un hombre se bajó a mear. No lo dudó, cruzó la calle, se acercó por detrás y le encajó una pistola en los riñones.

—Un tío con un coche así y acompañado de una mujer, no debería detenerse en un barrio como este. Y si encima te pillan con ella en la mano, ya es de risa. No quiero hacerte daño, dame todo lo que llevas: reloj, cartera y ese anillo tan grande que te queda feo en el dedo. Si eres obediente, te podrás ir rapidito. Estoy en un apuro y has llegado como llovido del cielo.
—¿Sabes quién soy? —preguntó el hombre mientras se ajustaba la bragueta.
—Sí que lo sé, eres el tonto que ha hecho lo que no debe y que lo va a pagar con su dinero.
—Antes de que esto vaya a mayores. Me llamo Lazslo Redaevich. Aparte del tonto con la cremallera bajada, soy el dueño de la Sala Ostrovia. Supongo que te sonará.
—Sí, realmente me suena. Le ruego que me disculpe, si hubiera sabido quién era, no le hubiera importunado. Intentaba resolver un asunto que tengo pendiente; en fin, otro día será.
—¿Cómo te llamas? ¿Cuántos años tienes? —preguntó el hombre.
—Me llamo Curtis Mayland y tengo dieciséis.
—¿Y qué era eso que tenías que arreglar tan urgente?
—Debo mil pavos a Charly, el del Winey, y si no se los devuelvo mañana, en fin ya sabe cómo va eso.
—Pues sí, lo sé. Mira, vamos a hacer una cosa, me caes bien y te voy a echar una mano. Mañana a las once te pasas por mi club; yo me encargo de hablar con Charly.
—Gracias, señor Redaevich, mañana, sin falta, a las once me tiene allí.
—Llámame Lazslo me gusta más.

Lazslo le hizo terminar los estudios hasta graduarse. Más tarde se alistó en los marines, estuvo en Irak y cuando terminó su servicio, poco a poco, fue introduciéndose en los negocios de su organización; muy variados y poco honrados: drogas, tráfico de mujeres, prostitución, armas…
Curtis supo hacerse un hueco y ganarse su sitio. Con veintiocho años era ya su mano derecha, no había problema que no pudiera solucionar.

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