El libro desgastado

Enseguida se percató de que el libro que estaba leyendo, desde que se publicó, había pasado por muchas manos.
En muchas páginas, le costaba entender lo que ponía. Eso confirmaba que muchos ávidos dedos habían tocado su tapa, su lomo y habían pasado una a una sus hojas.

El desgaste era evidente y estaba encantado de que así fuera. Era el primer libro que recordaba haber visto tan usado, eso suponía que mucha gente con él había disfrutado de su bella historia.

Lo había comprado de segunda mano, conocía desde pequeño el relato y al descubrirlo en el rastro no se lo pensó. Lo primero que hizo, cuando lo tuvo en sus manos, fue llevárselo a la nariz; despedía olor a lavanda y se apreciaba un ligero aroma a naftalina de fondo. Al rozar los dedos sobre las hojas, al pasarlas, se oía un ligero crujido; le encantaba esa sensación.
Lo leyó y lo releyó; ya no era como hace unos años.

—Es una historia muy bonita, mamá.
—Lo sé, Guillermo, cuando tenías siete años y lo leíste por primera vez, dijiste lo mismo. Y eso que entonces casi tuve que obligarte a leerlo.

Mientras hablaban, Guillermo deslizaba sus dedos sobre la cubierta del libro. «El hombre que plantaba árboles». Con cuidado iba percibiendo los desgastados puntos que indicaban las palabras; los de la h, la e y la b casi no se apreciaban.
Cuando de pequeño lo leyó por primera vez, pudo disfrutar de las bellas ilustraciones que tenía. Ahora, después del accidente de hace dos años, le sigue encantando leerlo, pero los dibujos los tiene que recordar.
Una pena que no haya un braille para ellos.

Teniendo en cuenta este relato, me ha parecido oportuno dejaros el enlace a un video sobre la adaptación de dibujos, fotos y cuadros para personas ciegas. Enlace.