Las palabras que nos quitaron

Joan Manuel Serrayt – Poema de amor

En memoria de los que no dejan que ciertas cosas sucedan y que aún susurran lo que fueron alguna vez.

Corría el año 2125. Nadie recordaba exactamente cuándo ocurrió ni por qué. Unos dijeron que fue una decisión política, otros una evolución natural inevitable; lo cierto es que de todos los idiomas que una vez florecieron en este mundo, solo uno permaneció.

En el gran bazar de Estambul ya no se escuchaba regatear en turco, en los cafés de Montmartre nadie pedía un café en francés, ni en los mercados flotantes de Bangkok se hablaba en tailandés. El mundo había convertido el comunicarse en un coro de palabras iguales; todos se entendían, pero muchos no se sentían comprendidos. Aunque la mayoría, aborregados hasta lo más profundo de sus entrañas, no se preocupaban de ello.

Marcelino, un viejo historiador nostálgico, guardaba con celo de avaro un viejo libro en español; idioma que alguna vez lo habló media humanidad. Lo leía en voz baja, a escondidas. Intentaba pronunciar aquellas palabras, aunque le resultaban extrañas, tal y como seguramente lo harían sus ancestros. Pero no tenía con quién compartir nada de eso; nadie que apreciara el ritmo cantarín de aquellos sonidos, ni el maravilloso efecto que producía el oírlos.
Se preguntaba si, al hablar solo el idioma oficial, monótono y uniforme, no se estaba perdiendo otras cosas, sensaciones, sentimientos… ¿Qué quedaba realmente de la historia si las palabras, en que fue escrita, habían desaparecido?

Un día, caminando por las calles de Nueva Madrid, un sonido le detuvo. Entre el ruido del tráfico y los edificios anuncio, una anciana susurraba algo que, aunque no entendía, le sonaba muy familiar. Incluso tenía ese toque cantarín que tan maravilloso efecto producía en sus oídos.
—¿Qué dice? —le preguntó Marcelino, intrigado.
La anciana le miró con ojos cansados y una sonrisa.
—Las palabras que perdimos —respondió bajito, como si fuera un secreto.

Esa noche, Marcelino abrió el libro con otros ojos. El idioma oficial seguiría rigiendo su comunicación con el mundo, pero no sería ya su único idioma. Con esfuerzo, leyó el primer verso y algo en su interior despertó.
Quizá no pudiera cambiar el mundo, pero sí iba a cambiar el suyo. Ya no se sentiría tan solo.

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